Recogí algunas de mis cosas para tener algo que ponerme en su casa. Por separado, preparé una bolsa con comida. Y, por supuesto, metí allí la mermelada y la miel. Recogí a Anfisa y sus cosas, me arreglé y llamé a un taxi.
Ya veremos si me dice la verdad.Media hora después, el taxi ya se acercaba a la casa de Nikita.—¿Seguimos o les dejo aquí? —preguntó el conductor cuando nos detuvimos frente a la enorme puerta, no quería cargar yo sola con dos maletas grandes y el portabebés con Anfisa.—Por favor, toque el claxon —le pedí con esperanza. El conductor tocó el claxon y, al cabo de unos tres minutos, la puerta se abrió. Sin preguntar, el conductor se acercó a la casa y allí estaba Nikita, en pantalones de estar por casa y un jersey negro de cuello alto, tan cómodo...—¿Kisa? ¿Por qu&e