Thomas carraspeó aclarando su garganta.
—Yo quería felicitarla por sus postres tan deliciosos. Es más, necesito que me haga un pedido cada mañana para retirarlo antes de ir al trabajo.
La sonrisa de la colorina es cada vez más amplia. Su intuición nuevamente acertó, y si no se equivoca aquella será la preciada oportunidad para conquistarlo.
Porque si, Thomas será de ella.
—Perfecto, no se preocupe. Déjeme su número de teléfono, y así podemos gestionar el pedido.
El pelinegro parpadeó. ¿No sería mejor si él acudía presencial a la pastelería?. Aunque su mente decía algo, su boca dijo otra:
—Claro.
—Venga, para así anotar. Sígame.
Thomas asintió y la siguió camino a la cocina.
Mientras tanto John se quedó en la mesa negando con la cabeza.
—Tonto —susurró.
La muchacha, que alcanzó a oír preguntó: —. ¿Disculpe?
—Oh nada.
—¿Usted también va a querer un pedido todos los días para retirar?
—No, yo prefiero venir a disfrutarlo aquí.
—¿Enserio?
—Si, en mi casa no estarás tú.
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