Desde ese momento entendí que mi corazón había muerto, que en mis venas ya no corría la sangre, sino el rencor y que lo único que me quedaba por delante era vivir una vida sin ataduras.
Isabella
Me preparo para la boda, debería de estar nerviosa, es el día más importante de mi vida, sin embargo, en el pecho solo siento un vacío. Ni siquiera la imagen en el espejo consigue causar una emoción en mí, sonrío para guardar las apariencias, todo tiene que salir perfecto. Las cámaras que mandé a instalar están listas, únicamente falta que el espectáculo de inicio.
—¡Te ves increíble! —exclama Valentina al entrar.
Me giro y poso en ella mi mirada más altanera, al tiempo que sonrío de medio lado.
—Gracias, Valentina. —Es sus ojos se refleja la admiración e ilusión de algún día estar en mi lugar—. Quiero hacer un brindis con mis damas antes de salir, pero también me gustaría pedirte un favor. —Me mira expectante—. Quiero que le quites el teléfono a Steven y lo tengas tú durante toda la ceremonia, ¿puedes hacerlo? —Sonríe y asiente—. Bien, cuando lo tengas traes a las demás para el brindis. —Sale enseguida a cumplir la misión que le encomendé sin sospechar absolutamente nada de lo que está por pasar.
Me quedo a solas con todos los pensamientos que circulan en mi mente. Los recuerdos de lo que viví al lado de Steven durante tres largos años hacen hasta lo imposible por verme llorar, por ver como sucumbo al dolor que lacera mi alma, sin embargo, la rabia y la sed de venganza me mantienen firme, no puedo, no debo dejar que esos traidores me vean derrotada. Después de hoy sabrán que nunca debieron haberse cruzado en mi camino, después de hoy sepulto mi corazón en los confines del infierno y nunca más volveré a ponerlo en mi pecho.
Sonrío complacida con el resultado, es la imagen perfecta para un evento como este. Luzco como toda una reina a punto de enviar a la horca a los que se levantaron en su contra sin medir las consecuencias. Tomo mi copa de champán y bebo cuidando de no dañar el exquisito maquillaje que me hicieron, soñé tantas veces con este momento, pero en ninguno de esos sueños imaginé que el brillo de mis ojos sería por otro tipo de sentimiento.
—¡Queremos ver a la novia más guapa de todas! —exclaman mis damas al entrar.
Lucen muy hermosas, sonrío y celebro con ellas, aunque no tengamos el mismo motivo. Mía mantiene una expresión agria mientras yo me pavoneo delante ella como lo que soy: una maldita perra empoderada capaz de pisotearla sin mucho esfuerzo. Miro de reojo a Valentina y me hace una señal positiva, asiento levemente.
—Steven va a llorar en cuando te vea —afirma Claudia apreciando el hermoso vestido de novia que llevo puesto.
Es de estilo fantasía, con escote en V profundo, una enorme cola estilo princesa con cientos de destellos y corte princesa romántico. El velo hace juego con el vestido y se confunde con la falda, cae sobre mi rostro ocultando mis oscuros pensamientos.
—Siempre lo hace por mí y te aseguro que hoy no será la excepción. —Sonrío mostrando una fila de dientes blancos, al tiempo que poso mis ojos en ella, en mi querida amiga, Mía—. Hoy todos serán testigos de cuán importante soy en la vida de mi amado prometido y les aseguro que no les quedará duda de que, por mí, ese hombre sería capaz de suplicar y humillarse delante de quien sean hasta de mí misma —acentúo y alzo mi copa en su dirección—. Por este día, porque todo salga como lo he planificado y por mi futuro —digo en voz alta y todas alzan su copa para brindar conmigo, incluyendo ella.
—Es hora de que salgas, ya están todos en sus lugares y tu guapísimo novio espera en el altar —anuncia Valentina luego del brindis.
—Entonces no perdamos más tiempo, muero por ver el rostro de Steven. —Dejo la copa sobre la mesa y tomo mi ramo de flores—. Mía, ¿puedes ayudarme con esto? —inquiero y le extiendo el bouquet, ella lo mira y luego levanta su mirada hacia mí, sus ojos se conectan con los míos y puedo darme cuenta de la repulsión que siente.
Hizo lo que pudo para evitar esta boda, pero la muy estúpida no cuenta con los millones que mi familia posee y ni ella, ni su familia pueden hacer lo que la mía prometió hacer por los Harris luego de la boda. De verdad fue muy estúpida al creer que Steven la tomaría en serio alguna vez y él es aún más imbécil por pensar que de verdad voy a aceptar su esposa.
—Claro. —Toma el ramo y me ofrece una falsa sonrisa que devuelvo con el mismo nivel de hipocresía.
Con ayuda de mis damas salgo de la habitación, ellas acomodan la falda de mi vestido y la cola para evitar que se arruine, camino por el largo pasillo. Justo frente a las puertas cerradas de la iglesia me espera mi padre, le sonrío y él se acerca a mí, detrás de él, está la persona que me ayudara en mi plan, le hago una seña y veo como se aleja.
—Princesa, te ves hermosa. —La mirada cristalizada de mi padre amenaza con hacerme flaquear.
Tomo una respiración profunda y le pido apartarnos un poco para poder hablar.
—Necesito que vayas al lado de mi madre, no quiero que me entregues —pronuncio con total seguridad.
Sus ojos se abren y enarca una ceja interrogativa.
—¿Por qué no quieres que vaya contigo? Sabes que siempre he esperado este día, bueno verte vestida así, pero… tú me entiendes.
—Por favor confía en mí y espera. —Lo miro directamente a los ojos—. Ve con mi madre y no dejes que haga nada —indico.
Mi padre se guarda sus palabras, asiente y deja un beso en mi frente antes de hacer lo que le he pedido. Valentina me cuestiona sobre lo que acaba de suceder, pero le explico que los planes han cambiado. Me pongo en posición, ellas extienden mi falda, la cola y me ayudan con el velo antes de tomar sus lugares. Las puertas se abren, la música da inicio, mi corazón late acelerado mientras espero mi señal para empezar a caminar.
Veo desde mi lugar el recorrido que realizan mis damas, Mía va delante de todas, le di el mayor honor en este día, ¿y qué hizo ella? Se limpió el culo con él. Ahora yo voy a pulir el piso con su orgullo, ella y Steven van a desear que el piso se abra debajo de sus pies y se los lleve a las profundidades del infierno de donde nunca debieron haber salido.