Me quedé impresionada de escuchar la mentira de Adiel; caray, que no se inmutaba en hacerlo. Hablaba con tanta firmeza como si estuviera diciendo la verdad. Cuando logró controlar a la fiera de su esposa, se acercó a cancelar. Mientras Adiel se encontraba frente a la caja, la profesora se acercó a mí y masculló:
—¿Crees que me comí ese cuento de que tu hermano estuvo aquí? No soy estúpida como ustedes creen; me bastó ver dos pozuelos sobre la mesa para saber que no había nadie más que ustedes dos… pero escúchame bien, mocosa: que sea la última vez que sales con Adiel. Ve y búscate un novio de tu edad y deja de andar tras mi marido.
Con dificultad, tragué la saliva. Quise defenderme, pero ¿qué iba a decirle? Si ella tenía razón, Jack no había estado ahí, y yo siempre he estado tras de Adiel, pero jamás he tenido el valor de confesar mis sentimientos, ni mucho menos lo haré.
Minutos después, salimos del centro comercial. Adiel detuvo un taxi y me envió a casa. Sin voltear a verlo, su