Al día siguiente estaban agotados pero tranquilos, y él dejó a uno de sus guardaespaldas cuidando de Jovana mientras llevaba a Mala a casa.
—Baño, desayuno y a dormir, sin protestas —le ordenó dándole un posesivo beso en los labios.
—¿No vienes? —Mala hizo un puchero.
—En cinco minutos, necesito