Leonardo

La luz del amanecer se filtraba tímidamente entre las cortinas, dibujando patrones dorados sobre la piel de Luna. Leonardo la observaba dormir, con la respiración acompasada y el cabello desparramado sobre la almohada como un halo oscuro. Había pasado horas así, contemplándola, incapaz de conciliar el sueño mientras su mente repasaba cada decisión, cada movimiento que lo había llevado hasta ese momento.

Extendió su mano para rozar apenas el contorno de su rostro, pero se detuvo a milímetros de su piel. No quería despertarla. No todavía.

"¿Cuándo me convertí en esto?", se preguntó, sintiendo el peso de sus propias acciones sobre los hombros. Un imperio construido con determinación férrea, decisiones calculadas y, muchas veces, sin contemplar los daños colaterales. Así había vivido siempre, así había triunfado. Pero ahora, mirando a Luna, entendía que había estado librando una guerra sin armas contra sus propios fantasmas.

El miedo. Ese había sido siempre su motor secreto. Mied