Tener que dejar su casa fue demasiado doloroso para Erika, pero también era inevitable, pues ella tenía un compromiso qué cumplir si no quería que su familia sufriera por su causa; es decir, tras la inversión del padre de sus hijas, a su restaurante le había ido tan bien que incluso su hermano mayor debió dejar su trabajo para apoyarlas a su esposa y ella en algo que ahora era el sustento de todos, así que no podía permitir que las cosas les fueran mal por un capricho.Aunque, en realidad, en el fondo de sí, Elisa no creía que fuera por capricho que no quería estar cerca de ese hombre al que, ahora, de nuevo odiaba. Elisa Alatorre estaba segura de que era miedo de ser lastimada de muerte lo que le estaba empujando a ser renuente a ese hombre que, definitivamente, la había herido de gravedad, de nuevo, recientemente.La nueva casa parecía un sueño que sabía a pesadilla, la rubia lo notó con mayor claridad cuando pasó una noche entera llorando, sintiéndose tan desolada y herida que incl
—Deberías estar en cama —declaró Humberto una vez que localizó a la madre de sus hijas en la cocina, preparando el desayuno, seguramente.Y es que, un par de minutos atrás, Humberto Valtierra abrió los ojos y lo primero que vio fue la cama vacía de su amada, entonces, con sumo cuidado desocupó sus piernas, tomó a sus hijas y las llevó, una a una, a esa vacía cama para luego revisar cada rincón de la casa rezando por no encontrarse a su amada tirada en algún lado.Al verla de pie, con una expresión serena, aunque cansada, el padre de las adoradas gemelas Emma y Edna respiró aliviado, entonces le habló y la joven rubia solo lo miró sin decir absolutamente nada y con la mirada más apagada del mundo, una que ese hombre jamás le había visto a ella; eso le preocupó un poco a Humberto, pero fue solo un poco, pues lo atribuyó al cansancio de muchas horas de fiebre.» Pediré a alguien que traiga el desayuno, así que regresa a la cama, necesitas descansar —volvió a decir el azabache y la rubia
—Ir juntos…, ¿quiénes y a dónde? —preguntó la voz de la madre del Humberto Valtierra tras escucharlo decir en voz alta que deberían ir juntos.—No es tu asunto, madre —respondió Humberto, disimulando demasiado poco su mala gana—, como todo en mi vida. —Te equivocas, querido —refutó la elegante y seria mujer que no se inmutaba ante los desplantes de ese hijo suyo que, en realidad, a duras penas soportaba, pero, sin él, ella no podría disfrutar de nada de lo que disfrutaba: el dinero de su marido—, como tu madre tengo el derecho de entrometerme en tu vida, sobre todo cuando estás tirando por la borda la buena educación que te di.—¿Me diste buena educación? —preguntó Humberto, conteniendo una carcajada gracias a la incredulidad que le generaba la declaración de su madre—. ¿Cómo puedes decir eso sin reírte? De ti solo obtuve la vida, madre, y luego de tanto tiempo de abandono emocional, y de la buena vida que disfrutas solo por haberme dado a luz, quedó saldada esa deuda.—No, cariño —r
Elisa suspiró, era cierto que su intención fue dejar las cosas claras con Humberto cuando habló con él la última vez, así que ahora no entendía por qué rayos estaba tan decepcionada solo porque él tenía casi una semana sin buscarla, ni a sus hijas.Es decir, sí, le mandaba mensajes continuamente, pero con un simple mensaje él no podría demostrar el suficiente interés en ellas, así que se estaba angustiando un poco, y, aunque en un inicio le pareció agradable la lejanía y el aparente desinterés, ahora le preocupaba al punto de querer saber qué estaba pasando.—Estoy loca —dijo para sí misma mientras, semi recostada en la cama, con sus dos bebés dormidas cerca de ella, veía el número de teléfono y el nombre del padre de sus hijas en la pantalla de su celular—, que pierda el interés en mí debería ser bueno.Dicho eso, Elisa soltó su teléfono y se giró sobre su costado para poder mirar mejor a sus hijas, ellas también extrañaban a ese hombre, por eso las pobres se la pasaban sentadas mira
—Sabes —dijo el hombre, tras explicar lo que Elisa había estado escuchando a medias mientras él hablaba por teléfono—, no soy idiota por gusto, o por comodidad, es simplemente que casi nunca sé qué es lo que debería de hacer. Bonita, yo no tengo la fórmula adecuada, así que solo uso mis limitados e inadecuados recursos para poder tener lo que necesito porque, aunque parezca un capricho, te necesito a mi lado, y a ellas, porque las amo con toda mi vida y no sería capaz de vivir si ustedes no están a mi lado. Elisa no dijo nada, ahora que conocía un poco más la situación familia de ese joven, y la educación que recibió mientras crecía, podía entender un poco mejor su forma de actuar que, ciertamente, no era la adecuada y sí parecía caprichosa. » Ni siquiera sé lo que debe ser una familia, pero sé que no es lo que mis padres me dieron —declaró Humberto Valtierra—, y lo sé porque no es lo que quiero que tengan mis hijas. Yo quiero una familia de verdad para ellas, y algo en mi interior m
—Cásate conmigo —pidió el hombre de cabello completamente oscuro, de piel clara y ojos divinamente azules.La rubia de cabello corto y lacio, de ojos café claro, casi miel, no pudo evitar que su rostro se descompusiera por la sorpresa de lo que escuchaba, y se debió obligar a parpadear en repetidas ocasiones para retomar el control de sus músculos faciales, y así poder cerrar la boca que la sorpresa le abrió.—Ni siquiera somos de la misma especie —parafraseó la joven algo que ese joven empresario hubiese dicho una vez de ella, y a Humberto no le quedó más que fingir que ese golpe que ella tiró no le había dado de lleno.—Elisa bonita —habló el azabache, acercándose a la rubia que temblaba ante su cercanía, y sobre todo ante el dulce tono que les había impreso a esas palabras ese hombre que no podía negar que le encantaba, a pesar de lo mucho que lo detestaba—, ¿de qué estás hablando? Ambos somos seres humanos, ¿o no?La mencionada sonrió con sorna, y tal vez se reía de la ironía, per
—¡Devuélveme mi zapato! —exigió la joven rubia, intentando sostenerse en un pie, en el pie que no estaba descalzo.—¿Por qué? —preguntó un azabache de ojos claros, sosteniendo en su mano el zapato que la joven pedía mientras se divertía con la molestia de la chica—, si tú me lo aventaste.Él tenía razón, las cosas habían sido tal como ese joven hombre lo mencionaba, pero todo había sido un error de ella que pagaría caro haberse equivocado, o al menos ese era el plan del joven azabache que terminó levantándolo más alto para que ella no pudiera alcanzarlo, ni brincando.—Que… me… des… mi… zapato… —pidió la rubia, brincando en una pierna, intentando alcanzar algo que le pertenecía, y que no pensó que perdería de semejante manera.Pero ese sujeto era más alto que ella, con su mano levantada no lo lograría jamás, así que ella simplemente desistió.Elisa estaba demasiado avergonzada, y también estaba furiosa consigo misma por haberse puesto en esa situación, como para seguir siendo la prota
—¡Yo no vivo por aquí! —casi gritó Elisa, y Humberto sonrió antes de fingir que no había escuchado ese reclamo de una joven, subiendo la velocidad de la moto para no tener que escuchar su siguiente queja.Y la treta le dio buen resultado pues, en respuesta al aumento de velocidad, la rubia se aferró al cuerpo del hombre con más fuerza, complaciéndolo mucho más.Humberto no podía negar que esa joven le había encantado desde que la vio, tanto que incluso se emocionó tras verla ir de la barra a directo hasta su mesa y, aunque le sacó de onda que le gritara tonterías y le aventara un zapato, la verdad es que incluso eso le encantó de ella.Y ahora estaban ambos ahí, a la entrada de su departamento, con él haciendo todo lo posible por borrar el trago amargo que los dos habían tenido al conocerse, porque él no la había pasado precisamente bien siendo insultado y golpeado, y había sido obvio para él que ella tampoco pasó por un momento grato, de otra manera no había terminado llorando a medi