La penumbra del bar privado estaba impregnada de humo y olor a alcohol. La única luz provenía de una lámpara baja que proyectaba sombras sobre las botellas alineadas en la repisa. Estefan encendía un cigarro con movimientos tranquilos, mientras observaba con cierta preocupación a Bael, que se sostenía en la barra con un vaso de whisky temblando entre sus dedos.
—Vamos idiota, tómate toda la botella si puedes —Estefan encendía su cigarro después de lanzar al cenicero la colilla de otro, el humo llenaba la sala como un velo pesado—. Dime qué carajos está pasando en realidad.
Bael sostuvo el vaso con manos tensas. Tomaba un poco de su whisky con el rostro marcado por el cansancio y un dolor físico que lo mantenía rígido en el asiento.
—Gabriela se excedió esta vez, no debió golpearte tanto —gruñó Estefan, botando el humo con desgano—. Ya no somos semidemonios y la curación de lobo no es tan rápida.
Bael soltó una risotada seca que más parecía un desgarro que una risa.
—Al parecer me lo m