—Siéntate a mi lado bollo —Jose le sonrió estirandole la mano.
—¿No te cansas de avergonzarla? —Jaime lo empujó a su asiento y tomó el lugar que quería que Leía se sentara.
—Sigues siendo el mismo tonto de siempre —habló Lauren con cariño—. Deja que se siente con su novio.
—¿Y usted no tiene esposa señor? —habló Estefan sentándose frente a él, con una sonrisa diabólica.
—No tengo —respondió José un poco incómodo—. Pueden decirme Jose.
—¿Pero no tiene como 50? —respondió Bael, que tambié