Mateo
Ansioso. Esa era la palabra que me definía, tenía que esperar a que los muchachos se fueran para poder salir del cuarto de lavandería que tenía Bianca en su casa. Me sentía tenso y el pantalón me maltrataba en la entrepierna. Estaba desesperado por sacarmelos de encima. No mentiré y diré que no estoy cagado por lo que haré. Bianca es una mujer con experiencia y un Diosa que hay que venerar. Puede que ésto que tenemos no sea totalmente cuerdo, pero ya es muy tarde para arrepentirme. Cuando lo creí correcto, salí del cuartico y dándole tiempo a ella para que se preparara me tomé mi tiempo en el baño de visitas para poder mojarme el rostro y recomponerme un poco. Me aseguré que todo estuviera cerrado para que nadie nos interrumpiera y me aseguré de que los chicos no se devolvieran por nada que se les haya quedado. Y confiando ya que todo estaba en orden, subí a la habitación que ocupaba en esta casa. Me temblaban las manos y estaba cargadísimo. Pero podía más la curiosidad y las expectativas que él miedo a qué las cosas no resultarán como quería. Cuando llegué a la puerta, me armé de calor y gire el pomo de esta. Apenas abrí la puerta, quedé impactado y embelesado al ver a semejante hembra en la cama esperándome tal cual le pedí. Bianca tenía el cabello suelto y algunos mechones le adornaban la cara y parte de sus pechos. Sentí que mi boca se seco y como mi pene se tenso dentro de mi pantalón. La sonrisa de loba hambrienta que dió me elevó el libido por los cielos. Nunca me imaginé tenerla así. Bajó su mirada depredadora me desvestí y yo jugaba con los ojos, la miraba fijo pero el tenerla de piernas abiertas esperando por mi me distraía y las al ver ese centro enrojecido y húmedo chorreando fluidos por mí. Quería golpearme el pecho porque me sentía todo un campeón pero no podía pensar en nada más. Son solo los boxers caminé hacia ella y la tomé de atrás de las rodillas para acercarla a la orilla de la cama. Ella soltó un gritito de sorpresa pero se dejó llevar por mis movimientos, sin evitarlo me arrodillé frente a ella y la miré directamente a los ojos mientras lentamente aspirada su aroma con mi nariz casi tocándole el coño. Quería tocarla con todo lo que tuviera a mí alcance, pero meter mi lengua ahí iba a ser mi perdición y ya los sabía. Al probarla, nunca podría soltarla. Ella estaba ansiosa y espectante a mí próximo moviendo, y no la decepcioné. Llevé mi lengua a ese lugar que ansiaba devorar y la probé. Jadeó con muchas ganas y fue inevitable no gruñir como un perro rabioso al sentir su esencia en mis papilas gustativas. Mi perdición. Eso es lo que será ella. Tomé sus muslos con mis manos y la abrí más para mí, para tener mayor acceso a ese manantial de fluidos que me estaban enloqueciendo la mente. Sus gemidos y los movimientos de cadera fueron los que me indicaron que estaba haciendo muy bien mi trabajo. Su rostro solo mostraba el placer que la estaba consumiendo. Se veía más que preciosa, con el cabello alborotado, apoyada en su codo y con la otra mano magreandose las tetas divinas que se gasta. Tenía los ojos cerrados y gemia mordiéndose el labio de manera que se veía doloroso. Yo quería que se soltara, que gritara y disfrutara de lo que estaba haciéndole. —Si no dejas de morderte el labio, voy a parar —ella se quejó porque sintió mi voz vibrando sobre su clítoris y más que porque había detenido los ataques con mi lengua. Me miró directamente a los ojos y me encendió más, ella solo asintió y se paso la lengua por su magullado labio inferior. —Haré lo que me pidas, pero no te detengas. —su mano fue a mi cabeza y me guió de nuevo a su coño. Y sin hacerla esperar retomé mi labor y esta vez incluí los dedos. Mientras mi lengua se aseguraba de darle atención a su clítoris, dos de mis dedos se hundieron en su interior y comencé a meterlos y a sacarlos a un ritmo constante. Los gemidos subieron de tono y se convirtieron en gritos de placer donde me pedía más y se retorcía de placer. Estaba enloqueciendo. Me apartó la cara de su botón de placer y me hizo verla directamente a los ojos. Su mano se metió entre mi cabello y se agarró de ahí mientras yo aumentaba la velocidad de los movimientos de mis dedos. —Más duro —pidió en medio de un gemido y aumenté la velocidad sintiendo como sus músculos se apretaban alrededor de mis dedos. Estaba cerca del orgasmo y yo lo único que quería es que ella disfrutara de las atenciones que le estaba dando. Sacó su mano de mi cabello y mirándome a los ojos, se llevó dos dedos a la su boca y los empapó de su saliva hasta que los llevó a su clítoris y movió sus dedos al mismo ritmo que mis dedos entrando y saliendo de su interior. Nos miramos fijamente y ella sin poder evitar gritar lo hizo e intensificó los movimientos al igual que yo. La mano que tenía en mi pene masajeandolo por encima del bóxer fue a parar a sus vientre donde hice presión para acercarla al orgasmo más devastador que tendría. Ella se dejó llevar por lo que le hacía y movía las caderas al ritmo de las embestidas de mis dedos. —Que rico, que rico —repetía perdida en placer y no fue hasta que la sentí tensarse que se vino en un orgasmo abrumador. —Mierda, Mateo, que rico —gritó y sus fluidos me empaparon la mano, el pecho y el rostro. Un maldito campeón. Eso era y ella una Diosa inalcanzable. Sus gritos fueron bajando de tono hasta que sus fluidos dejaron de salir disparados de su interior. Por la fuerza del orgasmo, cayó de espaldas a la cama con las piernas temblándole y el cabello cubriéndole parte del rostro. Definitivamente serían unos días muy plancenteros al lado de mi Diosa. Lo disfrutaríamos un montón.