8 - Parte I

Bianca

Mi hija había venido a mi habitación para informarme de sus planes con los padres de su novio.

No les diré que no me sentí nerviosa al saber que me iba a quedar completamente a solas con Mateo en la casa.

El solo imaginarme a solas con él, el cuerpo me vibraba de anticipación.

Ya lo había tenido dentro de mi y aunque pensé que solo sería un capricho, resultó que no. En vez de quitarse las ganas de tenerlo entre mis piernas, estás aumentaron.

.-.-.-.-.-

—Volveremos el lunes —me explicó Bárbara mientras la ayudaba a empacar lo necesario para este fin de semana.

—Tienen que ir a clases —les dejé en claro.

No quería que faltarán a clases por andar de farra.

—Si, la mamá de Lucas no permitiría que nos quedemos en casa —me dijo ella quitándole importancia.

—Mete el bloqueador —le recordé y me acerqué a su vanity.

Al momento de tomar el bloqueador noté que la copa menstrual de mi hija estaba en su envase que la mantenía higienizada.

Saqué cuentas mentalmente y me gire hacia ella. Cuando sintió mi mirada me la devolvió expectante.

—¿Qué pasa? —me habló frunciendo el entrecejo.

Suspiré y señalé la copa. —¿Cuántos días? —le cuestioné.

Ella al ver hacia donde le señalaba palideció, con eso me dio a entender que ni siquiera se había fijado de la falta de su periodo.

Tenía aproximadamente unos cinco días de retraso y lo sé, porque a mí me llegaba diez días después que a ella.

—Son cinco días de retraso —respondió lo que temia.

—El lunes vamos por la prueba de sangre. Debiste saltarte una pastilla sin querer.

Yo hablaba lo más relajada que podía, no la juzgaría tampoco, pero también entiendo que ella no está preparada para darle vida a otro ser humano o tal vez si, pero es su cuerpo y ella debe decidir.

—Quiero pensar que es por el estrés de los parciales —habló con voz temblorosa.

Me acerqué a ella y tomé su rostro con mis manos. —No te mortifiques ahora, disfruta el fin de semana y desconecta la mente de esto por estos días. Para todo hay solución.

Ella asintió temblorosa y después se eso le besé la frente y le pedí que fuera a despedirse de mi antes de irse.

La dejé sola para que pensara en las cosas y también para que tuviera su momento a solas. No quería asfixiarla, pero no mentiré, estaba asustada por ella.

Sé que Lucas es buen chico, pero me dolería en las entrañas si él decide dejarla sola. Y no por él, si no porque entiendo lo que es criar a una hija sola. Iván estaba, pero cuando comenzó con sus andanzas, Bárbara estaba muy bebé y me tocó lidiar con una bebé siendo madre primeriza.

No quiero que mi niña sufra.

Con la cabeza aún llena de miles de cosas bajé hasta la primera planta y me fui al lavadero para sacar la ropa de la secadora y meter a lavar la que estaba amontonada. Ahora era menos lo que hacía, solo lavaba mi ropa y la de mi hija y me he sentido más descansada y más porque ella me ayuda en todo lo que puede.

Estaba tan entretenida en mis quehaceres que no sentí cuando Mateo entró si no cuando escuché el ruido del pestillo de la puerta.

Me gire rápidamente hacia la puerta y ahí lo vi. Con su rostro varonil y ese maldito perfume que no me ha dejado dormir.

—¿Qué haces? —le cuestioné lanzándole una sonrisa cómplice.

—Solo quería verte —su voz en susurros era una completa delicia.

—Pueden estar buscándote —también hablé bajito.

Él se acercó unos pasos hacía mi y estiró una de sus manos hasta posarla en mi mejilla. Inmediatamente me sentí atraída por su tacto y restregué mi mejilla contra la piel de su palma.

—No me van a buscar, dije que iría a casa a buscar ropa.

Alcé una ceja en su dirección y lo miré con obviedad. —¿Sin tu carro?

Él sonrió ante mis palabras y se acercó a mis labios para darme un beso suave.

—Les presté mi carro —dijo, aún estando pegado a mis labios.

No me resistí por más tiempo y me lancé a sus brazos para terminar comiéndonos las bocas en un beso profundo.

Nuestras lenguas se tocaban de una manera nada inocente.

El beso solo gritaba sensualidad y ya sentía como mis bragas se humedecían. Me sentía como una maldita puberta, me sentía caliente e inestable.

Nos separamos del beso con la respiración agitada y yo con mi corazón palpitando a mil por horas, y la verdad es que no era lo único que me palpitaba.

Nos miramos fijamente a los ojos y Mateo acercó su mano a mi cuello donde hizo una deliciosa presión que me arrancó un gemido necesitado.

—Vas a salir y te vas a despedir de los chicos y me vas a esperar en mi habitación —con cada palabra que salía de su boca, la voz sonaba más grave. —Me vas a esperar completamente desnuda y abierta de piernas para recibirme.

Si antes estaba húmeda por el beso, ahora parecía un maldito río de fluidos. Me sentía acalorada y necesitada de él.

Me dolía la entrepierna porque mis músculos apretaban al vacío, y yo lo quería apretar a él en mi interior.

El agarre fue más apretado en mi cuello pidiendo una respuesta.

Me mordi el labio inferior mientras no dejaba de jadear por la presión en mi cuello y por la cara de macho alfa que tenía.

—¿Lo harás? —cuestionó demandante.

Yo asentí y me acerqué a él para robarle un beso.

—Te estaré esperando —susurré y él fue soltándome el cuello lentamente.

—¿Ya estás mojada? —preguntó.

—Ya sabes que si —le respondí con una sonrisa picara en mis labios.

—No quiero que te cambies, solo quiero que subas y me esperes como te pedí. Esta noche voy a probarte y nadie me detendrá de hacerlo.

Yo asentí ante sus palabras y me acerqué nuevamente a él para besarle y antes de qué se intensificara me separé de él y salí del cuarto de lavado directo a la habitación de mi hija.

Justamente iban saliendo ella y Lucas.

—Ya nos vamos, ma —habló Bárbara estando más tranquila que como la dejé.

—Vale, avísenme apenas lleguen —pedí y traté de regular mi respiración.

Estaba ansiosa y lo que menos quería era que se me notara.

Pero ya qué, apenas esa puerta se cerrara iba a entrar en el mundo del placer al que antes ni sabía dónde encontrarlo.

Pero con él, con Mateo todo eso iba a cambiar.

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