Mundo ficciónIniciar sesiónBianca
Estaba en las nubes, solo sentía los latidos de mi corazón en mis oídos y el temblor en mis piernas. Me había hecho tener un orgasmo de otro nivel. Había mojado todo a su paso por la potencia y la cantidad de fluidos que salieron de mi interior. Solo con Mateo he sentido todo ésto y aunque me enloquecía de sobremanera también me asustaba. Aún con mi respiración acelerada, sentí las manos de ese hombre que me hacía sentir hambrienta de él sobre mis muslos temblorosos. No me iba a dar tregua, seguiría llevándome hasta el cielo de los orgasmos. Con rudeza me giro sobre la cama y quedé con el culo parado solo para él. Sentí la primera nalgada y jadeé de impresión, pero a la segunda ya gemí de placer. Los golpes me hacían vibrar y esa vibración llegaba a mí clítoris sensible. Ni siquiera me había metido nada, y ya sentía el próximo orgasmo construyéndose en mi interior. Sentía que cada uno sería devastador. —Voy a nalguerte hasta que tengas está delicia enrojecida. Y no me queje. Cada nalgada traía caricias en mi centro y apretones en mis pechos. Me estaba volviendo loca y yo solo quería tenerlo adentro. —Mateo, por favor cógeme —supliqué como una verdadera perra necesitada. Y eso le encantó porque después de esa última nalgada se hundió en mi de golpe. Me quedé sin aire por un momento, y pegué más mis tetas al colchón para quedar a su total merced. Solo lo escuché sisear de placer y sentí como sus manos apretaban mis caderas más fuerte para darme todo lo que quería. —¿Esto querías, no? —su voz salía estrangulada. —Querías que te partiera en dos a punta de cogidas, ¿No? Soltó otra nalgada y al sonar esa en mi piel gemí de completo placer y fue en aumento cuando me tomó del cabello e intensificó las embestidas. —Más duro, más duro —pedía con desespero. Me estaba volviendo loca del placer y él lo sabía. —Dame así, no pares —no reconocía mi voz. Nunca había estado tan llena y tan complacida en el sexo, al menos no dentro de mi matrimonio. Y el sentir que él enloquecía con cada cosa que le decía me hacía sentir como una maldita Diosa. Su maldita Diosa. —Que rico te mueves, mi Diosa —lo escuché decir con la respiración acelerada y lo sentí palpitar en mi interior. Lo apreté con mis músculos internos y lo escuché sisear de nuevo. —Mierda, mi amor —el corazón se aceleró al escucharlo. —Que rico me aprietas. Tomó mi cintura con las dos manos y comenzó a darme más fuerte. Se escuchaba grotesco y divino el sonido de mi culo chocando con su pelvis. Tendría las nalgas amoratadas mañana, pero con mucho orgullo los llevaría. Nadie nunca me había hecho sentir como me siento ahora con Mateo. —Estoy cerca —chillé por la potencia. —Juntos, Diosa —dijo con voz demandante y me mojé mucho más de lo que estaba. —Tienes que ver lo perfecto que nos vemos así, tienes que ver lo rico que me veo entrando y saliendo de tí. —Mierda, que rico —solté ya ida en el placer y con ganas de que me siguiera reventado el coño a estocadas. No me importaba si me dejaba sin caminar. Yo quería que me partiera en dos con tal de que me dejara complacida. —Dejate ir, Bianca —ordenó y mi cuerpo obedeció. Aunque me resultara increíble, mi cuerpo respondió y me fui en un orgasmo delicioso que me hizo mojar más y más y apretar y apretar el miembro de Mateo. Me clavó los dedos en la cadera y lo sentí palpitar en mi anterior y como soltaba los chorros de semen dentro de mi. Estaba ida en el placer, con la cara enterrada en la almohada y mis ojos en blanco y más cuando sentí los dedos de mi amante acariciando mi botón de placer para alargar el clímax. No sabía que hacer con tanto placer y solo gemí y grité hasta que me vine en otro orgasmo y caí en la cama casi desmayada. Sin duda alguna había sido la mejor sesión de sexo que había tenido en la vida. Nunca me hubiese imaginado que la cogida del año me la daría un chico de casi veinte años menos que yo. Estaba aturdida y temblando en la cama cuando lo sentí subirse a la cama y acostarse a mí lado. Me atrajo a su pecho y tapó nuestros cuerpos con las cobijas. —¿Estás bien, cariño? —preguntó pegado a mi cabello mientras olfateaba mi aroma. —Más que bien. ¿Y tú? —susurré aún sumida en el placer de los orgasmos que me había dado. —Más que bien, estoy más que eso —me aseguró. Y yo me apagué más a su pecho olfateando su rico aroma. Me traía loca. Y ya saben lo que dicen; si empiezas a amar el olor de esa persona, ya estás completamente jodido. Ahora ya no solo veía ésto como una atracción física y sexual, hay más de lo que yo llegue a imaginarme. Me acurruqué más cerca de él y dejándome llevar por mis pensamientos, caí en un sueño profundo con la certeza de que estaba a salvo en los brazos del hombre que me hace sentir mujer como hace mucho tiempo no me sentía. Y en la profundidad de mi sueño, imaginé que él me decía muchas cosas mientras me acariciaba de manera tierna y me mimaba como si fuese una niña. A mí nunca nadie me haría sentir cómo él lo hace. —Te soñé y ahora te tengo, —mi mente aturdida escuchó eso viniendo de él pero estaba tan agotada que no podía ni siquiera despegar los párpados. —Una reina, una diosa. Te cuidare tanto que te preguntaras siempre dónde estaba yo antes de ésto y te diré que estaba esperando para ser el indicado. Sentí mi pecho florecer y sin poder responderle caí en la inconsciencia sintiéndome protegida porque estaba con él y solo con él. ________________






