Isis respira aliviada al saber que terminó aquella pesadilla y suspira más calmada. El olor de Jacking la inunda y tranquiliza. Trata de incorporarse, pero una mano rodea su cintura y se asusta. Voltea su cabeza y ve a Jacking dormido a su lado. Se ve tan hermoso: sus gruesas cejas, sus largas pestañas, su nariz perfilada, y se detiene en sus hermosos labios húmedos.
Sin darse cuenta de lo que hace, levanta su mano y comienza a acariciar con sus dedos el labio inferior de él. De pronto, Jacking toma su mano y abre sus ojos, que resplandecen de un color dorado. Ella salta asustada, pero al volver a mirarlo, él le sonríe y sus ojos tienen el azul oscuro de siempre. Respira aliviada. Debe haber sido el reflejo de la luz en ellos, se dice.—Al fin despertaste, Isis —dice él levantándose de la cama—. Disculpa por encontrarme aquí, es que no dejabas que me marchara. Y cuando te dejaba, siempr