Y como su instinto le pide, baja hasta su cuello, donde pasa su lengua y desata una corriente de placer que estremece a su Isis. Cada vez que pasa por donde están las marcas de sus colmillos, ella grita de placer, atrayéndolo con fuerza como si quisiera más de lo que él da. Puede verlo en sus ojos ahora dorados. Su Luna lo desea, quiere que el placer siga multiplicándose.
—¡Quiero más, mi Alfa, quiero más! —le pide enloquecida, haciendo que el Alfa se decida por completo. ¡Ya no hay marcha atrás! Se convierte en el Alfa Supremo y comienza a introducirla, abriéndola con cuidado. Es su primera vez y por eso se aguanta de no empujar de golpe; está muy estrecho el interior de su Luna, lo cual le complace al saber que es el primero y el único que habitará en su interior. A pesar de que es consciente de que le provocará un dolor placentero, se obliga a tener