Amet se levantó con solemnidad, su presencia llenando la habitación mientras todos guardaban silencio expectantes. Sus ojos brillaron con un destello dorado mientras comenzaba a explicar el antiguo ritual de unificación. El aire se volvió denso, cargado de una energía ancestral que hacía vibrar cada fibra de los presentes. Héctor y Merytnert permanecían de pie, sus manos entrelazadas, emanando pequeñas chispas que danzaban entre sus dedos, como un testimonio viviente del poder que ahora compartían.
—Pues, Alfa Amat —comenzó Amet a explicarle—, si se unen a nosotros, jurarán lealtad eterna a nuestro Alfa Supremo. Allí, en la sala de la ceremonia, los miembros de su manada serán analizados para ver qué poder otorgarles. Todas las lobas que lo deseen pueden integrarse al batallón que dirigirá la princesa y esposa de su hijo, Merytnert. Y t