Él continuó su camino descendente hasta llegar a su intimidad, donde empezó a darle pequeños mordiscos que la hicieron explotar de placer. Sus dedos se introdujeron en su vagina, y su cintura comenzó a moverse sin que ella pudiera detenerla. Amet también gruñía. Lo miró por un instante y pareció frustrado. Ella salió de su agarre mientras le besaba el torso, tiró de su camisa y, con la mirada, le exigió que se quitara el pantalón.
¡Tenía que conseguir que su hombre se liberara de lo que lo estaba reteniendo!Lo besó con esmero, bajando hasta su cuello, mordiéndolo y chupándolo, sin dejar de moverse sobre su miembro. Sintió que estaba ganando la batalla al escuchar los gruñidos de placer que él emitía.— ¡Antoni! ¿Estás segura, cariño? —le preguntó, con una voz roncaAmet, reprimiendo una sonrisa llena de incredulidad y felicidad ante la reacción de su bella mitad, le respondió que eran cuatro días y que le había iniciado el día anterior. Antonieta lo miró fijamente con el ceño fruncido, lo cual hizo que, por un instante, Amet temiera su reacción, aunque nada lo tenía preparado para lo que continuó.—Entonces, Amet —dijo Antonieta con picardía y un toque de reproche—. ¿Quieres decir que, por la estupidez de no decírmelo, perdimos un día de placer?—Ja, ja, ja —soltó Amet una estridente carcajada, sin poder creer que tuviera tanta suerte con su bella compañera, que reaccionaba de una manera diferente, pero que lo llenaba de alegría—. ¡Eres tan impredecible, Antoni! ¿Cómo iba a saber que querías pasarlo conmigo?—¡Amor, teng
Hacía muchos días que el lobo Mat no sentía la satisfacción que experimentaba en ese momento. Sin embargo, también se apoderaba de él un miedo abrumador ante la inminente revelación de quién era su humano, Isis. Tendrían que pensar muy bien qué hacer al respecto. Decidieron dirigirse al hotel, donde Jacking quería investigar más sobre esos vampiros que rondaban la manada. Necesitaban saber quiénes eran y, si era posible, deshacerse de ellos.Al llegar a su hogar, Jacking fue recibido por Neiti, la hija de la bruja Teka-her, quien traía consigo a una mujer enigmática que instantáneamente reconoció como una Meiga (bruja vampira).—Buenos días, mi Alfa —saludó, inclinando la cabeza.—Buenos días, Neiti. ¿Qué te trae por aquí? —preguntó, frunciendo el ceño.—H
Jacking estaba a punto de convertirse en Alfa Supremo, decidido a someter a las brujas y acabar con sus vidas. Tanto Mat como él estaban enfurecidos. Justo en ese momento, entraron Amet, Horacio y Bennu, quienes corrieron a su lado.—¡Neiti! ¿Qué locuras son esas que estás hablando? —increpó el beta Amet, visiblemente molesto.—¡Perdón! Yo solo hablé de lo que escuché —se disculpó aterrorizada Neiti, retrocediendo y arrodillándose.—¡Mi Alfa, solo pedimos lo que es justo para nuestra manada! —insistió la bruja Rosa, con un tono que no le agradó al Alfa.El despacho quedó sumido en un silencio pesado, roto únicamente por las respiraciones tensas de Neiti y Rosa. Ambas se estremecían bajo el peso del poder del Alfa, como si la misma atmósfera se hubiera vuelto más densa. Jacking inhaló pr
Sin embargo, era crucial que consultaran con la bruja Teka lo antes posible. No quería que un malentendido deteriorara su relación con ella, un pilar esencial de la manada. Resultaba más que sospechoso que Rosa y Neiti hubieran esperado a que Teka se ausentara para hacer esa solicitud. Todo indicaba que había algo detrás de sus intenciones, algo que no podía permitirse minimizar.Por si fuera poco, la energía oscura que Mat había detectado en la Meiga Rosa era otra señal de alerta. Necesitaban traer de vuelta a Teka ese mismo día. Aunque Ahá podía quedarse con los padres de su Luna, la presencia de Teka en la manada era insustituible, sobre todo ahora que el ambiente estaba tan cargado de tensiones.Tras unos segundos de reflexión, Jacking se movió con rapidez. Localizó a la loba Ast, que dormía plácidamente, y la tomó en sus brazos con cuidado. Cer
La declaración provocó un atisbo de curiosidad en Jacking, que arqueó una ceja mientras esperaba la explicación del beta.—¿Por qué dices eso? —inquirió con interés.—Porque él puede dominarla y calmarla con solo mirarla —admitió Amet con franqueza, dejando escapar un suspiro cansado—. ¡Yo nunca conseguiré hacer eso!Jacking cruzó los brazos, asimilando lo dicho, y luego giró su atención hacia Bennu. Su voz adquirió un tono de seriedad, casi solemne.—Entonces, Bennu, ¿estás dispuesto a que tu mitad te acompañe siempre en la vanguardia? —Su mirada era penetrante. La vanguardia era el lugar más peligroso en cualquier escenario de batalla; nadie se lo tomaba a la ligera.El jefe de seguridad sostuvo la mirada de su líder, sabiendo que la pregunta no era solo un cuestionamient
Jacking se llevó una mano al mentón, procesando cada palabra de la bruja. Podía sentir el nudo de la traición en el aire, uno que, de confirmarse, partiría a la manada en dos.—Si es cierto que alguien de los nuestros la ayudó… —se detuvo, mirando a todos con seriedad—, entonces no solo estamos enfrentándonos a enemigos externos. Tendremos que prepararnos para lo que se desate cuando esa verdad salga a la luz, y créeme, Teka, no pienso tolerar la deslealtad dentro de mi propia casa.Teka asintió con solemnidad. El deber del Alfa era proteger a la manada, incluso si eso implicaba enfrentar traiciones que dolerían más que cualquier herida de guerra. Por su parte, ella tampoco planeaba quedarse de brazos cruzados.—Yo me ocuparé de mi hija primero —declaró con firmeza—. Pero te prometo, Jacking, que también encontraré r
Teka rió acompañada por todos los presentes. Era algo que los había preocupado durante un tiempo, porque en los últimos años, la mayoría de los nacimientos habían sido de chicas. Los nacimientos de chicos en la manada eran raros. —Estamos creciendo mucho —dijo Jacking pensativo—. Vamos a tener que desplazar nuestra manada a otro país. Amet, encárgate de buscarnos un lugar donde no haya manadas. Esta isla se nos está haciendo pequeña. En ese momento, fueron interrumpidos por unos golpes en la puerta. Tras ella, aparecieron el Alfa Amat junto a su Beta. También entraron Héctor y Meryt, tomados de la mano, seguidos por Netfis. —Buenos días, mi Alfa —saludó el Alfa Amat, seguido por los demás. —Bienvenidos, amigos, tomen asiento —dijo el Alfa, acomodándose detrás de su escri
Amet se levantó con solemnidad, su presencia llenando la habitación mientras todos guardaban silencio expectantes. Sus ojos brillaron con un destello dorado mientras comenzaba a explicar el antiguo ritual de unificación. El aire se volvió denso, cargado de una energía ancestral que hacía vibrar cada fibra de los presentes. Héctor y Merytnert permanecían de pie, sus manos entrelazadas, emanando pequeñas chispas que danzaban entre sus dedos, como un testimonio viviente del poder que ahora compartían. —Pues, Alfa Amat —comenzó Amet a explicarle—, si se unen a nosotros, jurarán lealtad eterna a nuestro Alfa Supremo. Allí, en la sala de la ceremonia, los miembros de su manada serán analizados para ver qué poder otorgarles. Todas las lobas que lo deseen pueden integrarse al batallón que dirigirá la princesa y esposa de su hijo, Merytnert. Y t