255. LOS ADJULÉ

JACKING:

Amet me observó, con la misma duda que sentía dentro de mí. Dio un paso hacia las paredes de la cueva, deslizando sus garras suavemente por las marcas grabadas en la piedra. Era evidente que aquí había algo más que simples refugios.

—Sí, mi príncipe, somos nosotros —responde Tefen—, somos una pequeña comunidad nómada.

—Tefen, lo recuerdo ahora. Ponte de pie. Ya no estamos en el Sahara, ni en Egipto. Han pasado muchos años desde eso —le explico con serenidad—. Ahora están conmigo, que soy el Alfa Supremo de los lobos, en una isla que se llama Nueva Zelanda, en mi manada. Por el momento, quédense aquí, no salgan. El clima es muy frío y pueden morir. ¿Dónde están las mujeres, los niños y los ancianos?

—Allí detrás —señala un lugar en la cueva protegido por piedras.

—Bennu, trae a todos de regreso a la cueva —le pido de inmediato—. Horacio, tráeles ropas y alimentos, y arregla el clima de esta cueva.

—Sí, mi Alfa —contestan y se retiran a cumplir las órdenes.

—Tefen,
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