AMET:

Desde que la diosa bruja desterrada Isfect nos mandó dieciocho años atrás en el pasado, no me había sentido tan feliz como hoy. Conduzco la motocicleta sintiendo cómo mi Antonieta se agarra con fuerza a mi cintura. Le tengo una sorpresa; sé que ella no recuerda nada, pero este lugar al que la llevo es uno que solíamos visitar mucho en el pasado-futuro.  

—¿Amet, adónde me llevas? —pregunta, prendida a mi cuerpo.  

—Ya estamos llegando, amor —le digo, ansioso por ver su expresión.  

—No quiero que te alejes mucho de la manada —me pide ella, y sé por qué lo dice; le teme al regaño de sus padres. Mi mitad, aunque parece alocada y divertida, es muy responsable.  

—No me estoy alejando, solo estamos rodeando la manada —explico mientras me detengo al lado—. Mira, ya llegamos.  

Nos ba