Jacking no contestó enseguida. Cada palabra debía ser sincera, brutalmente honesta. No podía evitar preguntarse cuándo llegaría el día en que su Luna finalmente aceptara que era un ser sobrenatural, como él.
—Mi Luna, me gustas de ambas formas, porque ambas eres tú —respondió él, con una claridad tan certera que no dejaba lugar a dudas. Isis guardó silencio un momento, solo un instante en el que parecía sentirse arropada por las palabras de su Alfa. Pero poco después, su voz volvió, cargada de un anhelo casi infantil. —Amor, ¿qué hay que hacer para que mi loba y yo volvamos a ser una? —preguntó, llena de expectación. —¿Es muy complicado? —Pues, mi Luna, ahora tengo que enseñarte cómo controlar el cuerpo de tu loba —afirmó, con determinaciónPor eso, sin decir palabra, acarició con cuidado el cuerpo de la loba que yacía a su lado, un gesto cargado de esperanza, suspirando por el día en que ambos pudieran resolver ese enigma y ella pudiera regresar completamente a la vida. —Pues serías solo humana —respondió él con una pausa medida, aunque el pesar asomaba en su tono. No deseaba alarmarla innecesariamente, pero era imposible evitarlo. Su Luna debía saber cuán seria y vital era la situación en que se encontraba—. Tu loba Ast morirá. —¡No, yo no quiero que mi loba muera! —exclamó Isis, con miedo. Apenas procesaba la gravedad de esas palabras, pero el entendimiento le llegó como un golpe frío y certero. Por primera vez percibía el peligro real al que se enfrentaban. —Por eso, mi Luna —intervino Jacking con firmeza, aprovechando el momento para r
Una mezcla de curiosidad, incredulidad y quizás un ligero temor brotó de su interior. Jacking sintió esa chispa en ella, ese fuego que aún no sabía cómo controlar, pero que lo cautivaba profundamente. —Es lo que sentirás, mi Luna —agregó él, con una intensidad tranquila, pero absolutamente certera—. Y cuando llegue ese momento, entenderás por qué la marca no es solo un acto. Entonces, justo en ese momento, cuando sienten tanto placer, se clavan los colmillos, y el placer se vuelve a multiplicar. Por eso no sientes que te duele. Se hizo un silencio profundo, tan pesado que parecía envolverlo todo. Jacking esperó por su Luna, quien había dejado de preguntar. Era extraño, demasiado extraño. Y esa quietud comenzó a inquietarlo. ¿La habría asustado otra vez? Apenas si había comenzado a superar los temores ini
Deseaba profundamente que él pudiera alcanzarla allí, en ese encierro que había sido su refugio y su prisión al mismo tiempo. Jacking era el único capaz de cruzar las barreras que se levantaron entre ella y el mundo físico, pero pensar que su energía estaba agotada la llenó de tristeza. —Me encantaría que vinieras, mi Alfa —susurró apenas. —Lástima que gastaste toda tu energía, sino... —¡Pero si hacemos eso, si consumamos nuestra unión, mi Luna, me voy a llenar de energía! —exclamó Jacking, con un destello de emoción, mientras sentía a Mat alborotado, inquieto en su interior, impaciente por hablar. —¡Vamos, Jacking! Te ayudaré con toda mi energía. Pero no podemos permitir que nuestra Luna se arrepienta. Aunque nos quedemos sin energía, vamos —apremió
Jacking cerró los ojos por un momento, intentando contener la tormenta de emociones que se desató en su interior. Cada palabra de su Luna se incrustaba en su alma, despertándolo, alimentando a Mat, que en ese momento aulló en su mente con desbordante anhelo. Pero él debía ser el dueño de sí mismo antes que nada, por ella, por su fragilidad, por esa vulnerabilidad que lo enamoraba tanto como su fuerza.—Voy, mi Luna —respondió con un tono ronco, cargado de emoción contenida. Sabía que no podía negarse; tampoco podía ignorar la urgencia en la voz de Isis. Su vínculo los llamaba, y él no sería indiferente a esa llamada.No lo pensó dos veces. Se incorporó de la cama, se convirtió en Alfa Supremo y se introdujo en el momento con Ast. Allí estaba su Luna, mirándolo con ojos centelleantes de deseo. Él ol
Salió de Ast porque, de veras, aguantar como lo hizo terminó robando la poca energía de que disponía. Se abrazó a Ast y se quedó dormido al instante. Sintió una lengua pasar por su cara. Abrió los ojos y vio a Ast mirándolo fijamente. Se sobresaltó.— ¿Ast? —preguntó, temiendo que fuese Isis.— Sí, mi Alfa —respondió la loba, moviendo suavemente sus orejas en señal de reconocimiento.— Ast, ¡no puedes tomar el control ahora! ¡Tenemos que enseñarle a Isis primero! —dijo el alfa asustado, sintiendo cómo su corazón latía aceleradamente.— ¡Enséñame a tu lobo, y me iré! —exigió Ast, con sus ojos dorados brillando intensamente en la penumbra.El alfa se transformó rápidamente en su lobo Mat. Su pelaje oscuro brilló bajo
El Alfa sabía que cada minuto era crucial; la conexión entre Isis y Ast debía establecerse antes de que la luna alcanzara su punto más alto en el cielo nocturno.— Está bien, mi Alfa. ¡Ast, Ast, no te escondas, ven! —Isis la llamó y, para su sorpresa, apareció una loba Ast adulta.— ¡Ast! ¿Qué pasó? —le preguntó Isis.— No lo sé, Isis. Anoche, mientras dormía, sentí muchas emociones y un dolor en mi cuello que me llenó de energía. Cuando desperté esta mañana, estaba en la cama con nuestro humano. Luego apareció Mat y me explicó todo. ¡Disculpa, Isis, no sabía nada! ¡Tampoco sé por qué crecí así! —dijo bajando la cabeza.— No es nada, Ast —intervino el Alfa de inmediato—. Ustedes dos son adultas; tú cre
La preocupación por su Luna se mezclaba con la urgencia de la tarea que tenía entre manos, sabiendo que cada decisión que tomara afectaría el destino de todos los involucrados.— ¿Entonces por qué? —preguntó Isis, preocupada.— Se ha presentado un grave problema en la manada —comenzó a explicar el alfa con tranquilidad—. Después de traer a tus padres, tengo que resolverlo. Todo ello va a robarme toda mi energía. No creo que pueda ir a verte hoy, mi Luna.— Cuídate mucho, mi Alfa. No quiero que te pase nada —dijo Isis al escuchar la explicación—. ¿Podemos hablar cuando termines?— No me va a pasar nada, mi Luna, pero estaré muy agotado —le aseguró el alfa, y luego sonrió al escucharla pedir hablar—. Sí, podemos hablar todo lo que quieras. Hasta luego, mi Luna
Sejmet fue creada por Ra para castigar a los hombres por burlarse de él y por la vejez. Sin embargo, fue tan sanguinaria que, a pesar de haber llevado a cabo una gran matanza, su sed de sangre se mantenía viva y parecía dispuesta a acabar con la humanidad. Entonces, Ra tiñó mucha cerveza con ocre rojo y la derramó por donde vivía ella. Sejmet creyó que era sangre y bebió en gran cantidad; se embriagó tanto que no mató a ningún hombre ese día y regresó con su padre Ra, quien le hizo una gran celebración porque se habían acabado las batallas y la convirtió en diosa del amor, Bastet.— ¿Entonces, quién es Antoni? —preguntó Netfis.— Por lo que puedo sentir, ella tiene de las dos —el Alfa se giró hacia Netfis de nuevo y preguntó—: Dime, Netfis, ¿alguna vez viste a Antoni molesta?&mda