Capítulo 3

-Jeremy Bertelli-

Si algo había comprendió a través de los años en el negocio familiar, era; que los hombres lobos podían ser realmente estúpidos. Después de todo, fuerzas no les faltaban, habilidad para rastrear menos, y ciertamente eran leales como perros. Sin embargo en cuanto a neuronas, no eran la mejor opción. Así que no estaba seguro de cómo les habría ido a Thomas y a Julius en la misión que les había encomendado. Eran solo cinco mujeres a las cuáles debían inspeccionar.

Mientras descansaba en mi escritorio, fumaba un cigarro y tomaba una copa de vino, a la ves que observaba con curiosidad el cuadro que reposaba en la pared a mi izquierda. Entre mis reliquias japonesas, esa era una de mis favoritas. Una pintura antigua valorizadas en un millón de dólares. Databa de la era feudal y representaba la imagen de un sucubo. Un demonio con forma de mujer, cuya belleza era tan extraordinaria que el solo verla podía aturdir a cualquiera. 

Especialmente a los hombres. Después de todo, solo éramos alimento para ellos. Fuentes de lujuria y vitalidad que satisfacía su gula insaciable. Me a tomando 10 años encontrala. Y ahora al fin sabía en dónde estaba. Por fin podría lograr la meta que ni mi molesto abuelo a podido alcanzar.

Mis dos guardaespaldas franquean la puerta de entrada. Una pared de cristal detrás de mí ilumina todo el recinto. Las bardosas de granito pulido resplandecen como el piso de un museo griego. Y yo solo cuento mentalmente los minutos en mi reloj. Termino el cigarrillo y reviso mi W******p. Cuando ya estoy comenzando a impacientame, la puerta se abre.

Levando la mirada lentamente. Esos dos idiotas han llegado. Se ven... más estúpidos que otros días..

—Entonces ¿qué noticias me traten? ¿La encontraron?

Thomas, el más alto, fue el primero en hablar.

—De hecho, no señor. No pudimos encontrarla. Buscamos por todas partes pero el rastro se perdió. Y el trozo de tela que usamos casi no desprende aroma. Además, ninguna de las cinco mujeres sospechosas era la indicada.

Veo a Julius tragar. El miedo pintando su rostro.

—Eh, es cierto señor. Seguimos a las mujeres que nos dijo, pero no pudimos encontrala.

Los miro fríamente. 

—Sois unos malditos inútiles. La vidente nos dió la información necesaria. Dijo que tenía un hijo. Que era una hermosa mujer de cabello negro. Una doctora. Y además, conseguimos un trozo de tela de la vez que hubo el accidentes en Florida hace 10 años. Y con todo eso... ¿No fueron capaces de encontrarla? ¿Y que carajo les pasa? ¿Están borrachos o qué? Parecen drogados.

—Lo lamento jefe. Solo estamos cansados.

—¿Cansados de qué, imbéciles? Debería dispararles en la frente a cada uno. Una bala de plata santificada, sumergida en agua de roble sabio. Y listo, tendrías dos idiotas menos de los que preocuparme.

Julius palideció—Señor de verdad, lo siento. No volveremos a fallarle.

—No quiero sus estúpidas disculpas.

La puerta se abre nuevamente. Está vez quién entra es Emet, un brujo que trabaja para mí desde hace un par de años.

—¿Qué tienen estos dos? Parece que se fuesen a orinar.

Le explico la situación con rapidez. Y pienso en si debería pedirle que los torture con algún embrujo 

Él los mirá con curiosidad —Siento algo raro en ellos... una esencia poco particular.

Levantó una ceja hacia él.—¿A qué te refieres, hombre?

Lo veo acercarse a Thomas. Parece buscar algo. Entonces toma la mano del hombre y la mira de cerca. De pronto, lo veo reírse a carcajadas. Y yo no le encuentró el chiste a nada aquí. No podría estar de peor humor.

—¿Qué te da tanta risa, Brujo?

Emet viste elegante, y como siempre con prendas negras. Tiene rasgos asiáticos y misteriosos ojos celestes como el hielo.

—¡Que esté par de idiotas la tocaron! Eso explica porque actuan más torpes de lo normal. Si les lavó el cerebro ¡Te apuesto a que no recuerdan ni quién era!

Apreté los dientes con disgusto, y les pregunté. Y era cierto, ninguno recordaba nada. 

No tenía sentido seguir pregúndoles.

Me deje caer en la silla y estrujé mi frente con los dedos, frustrado.

—Y fue lo primero que les dije. No la toquen... que inútiles.

Emet miro por la ventana y dijo.—No se preocupe, señor Bertelli. Al menos estamos seguro de que está aquí. Además, está muy cerca. Solo puede ser una, de esas cinco sospechosas.

—Es cierto... pero el tiempo se nos agota. Y ahora ella sabe que la buscamos—le recordé.

—Lo sé, señor.

El evento de caridad de la empresa Blue Unión, estaba por llegar. Y era el momento crucial para establecer nuevas relaciones y cerrar un par de contratos. Y así, seguir subiendo hasta la cima. Esa que ocupaba la corporación Platinum. Pero para eso, la necesitas a ella. Mi pieza maestra en un ajedrez de negocios. Además de que así, podría solucionar aquel otro problema pendiente... y dejarle claro a mi abuelo que yo era el más apto para manejar está empresa.

Iba a encontrarla, a toda costa. Iba a demostrarle a ese viejo, que estaba listo para heredar está empresa. Después de todo, a él no le quedaba mucho tiempo. Y mis dos hermanos continúan metiendo sus garras en mis asuntos. Ambos quieren que fracasé, con el fin de que Alberto, el mayor, se quede con la fortuna de nuestra familia.

Pero no pensaba permitirlo.

Cuando mi asistente llegó, ya podía imaginar que lo que estaba oír decir no iba a alegrarme el día. 

—Señor Jeremy, podríamos hablar en privado.

Miré a Emet a los ojos. Él entendió.

—Vale, me retiro. Y me llevaré a estos dos. Trataré de sacarlos del trance. Quizás logren recordar algo después de todo. Si lo hacen, entonces sabremos quién es. Pero es solo una posibilidad.

—Te lo encargo. Has que todo esto valga la pena.

Cuando se fue, la habitación quedó ocupada solo por los dos guardaespaldas en la entrada, Clarisa y yo. 

Suspiré de mal humor.

—Bien, dime qué pasa.

—A ocurrido otro robo. Las cuentas de cierre de mes no dieron cifras que concuerden con el margen de ganancia. El dinero se continúa filtrando por algún lado. Además, hace pocos minutos hubo un accidente en una de nuestras sucursales. Y 14 vehículos quedaron inutilizables. Al parecer, fue una explosión. La perdida total fue de 1.3 millones de dólares.

La miré pasmado.

—Esto tiene que ser una puta broma. El viejo me va a matar cuando se entere. Esto está realmente mal, joder. 

—Hablando de eso... el señor Benardino solicitó hablar con usted. Llamará en unos minutos. Traté de posponerlo pero ya alguien le informó lo ocurrido.

Ahora era yo quien palidecía. El abuelo quería hablar y eso casi nunca significaba nada bueno. En sí, él no parecía satisfecho con ninguno de sus nietos. Yo era el menor de todos, pero para el había sido la mejor opción dado mi desempeño en la empresa y mis estudios en administración y contaduría. Sin embargo, el contrato de herencia familiar aún no estaba especificado para ninguno de nosotros. Yo había administrado y dirigido la empresa de papá; Tecnodata, cuando el estaba de viaje, y mis hermanos algunos negocios del abuelo. Pero no había sido hasta este año que el viejo había elegido a uno de nosotros para estar al enfrenté de su empresa principal. MOTRIX. La mayor industria de fabricación de vehículos de la mejor gama. Proveedores a nivel nacional e internacional.

Y ahora yo me encontraba en el edificio MOTRIX. Al mando. Y aunque me encantaba controlar todo desde aquí... no seguiría mucho tiempo en este puesto si las cosas continúan empeorando. Alguien estaba atacando la empresa, y el abuelo me culpaba por no poder resolverlo. Lo cual sí, era m****a.

—Vale. Ya lo llamaré yo, Clarisa. Gracias por avisarme.

—De nada jefe, sabe que siempre estoy a su orden.

—Lo sé. De no ser por ti ya hubiera enloquecido con este trabajo.

—No diga eso, sé que usted es el mejor y más indicado para este puesto. Le irá bien, ya verá. Si quiere hoy en la noche podríamos ir por un whisky, así se relaja un poco y despeja la mente.

Sonreí y la miré fijamente. Sus ojos eran verdes felinos y su cabello ondulado color café. Era una mujer hermosa, sin duda. Y era realmente buena en la cama. 

—Me parece bien. Al fin algo bueno en este día.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo