Sus tacones retumbaron en toda la casa mientras se dirigía a la cocina
- ¿Y Costas?- preguntó mirando a su alrededor.
- No lo sé...- logré balbucear, incapaz de moverme de mi lugar.
- Niña, no tienes que actuar como idiota frente a mí- masculló mirándome fijamente, descolocandome. Dejó las bolsas sobre el comedor y luego de tomar un vaso de agua se dirigió a la alberca -Hablemos afuera- soltó con dulzura, revolviendo mi estómago.
No muy segura, la seguí.
Me tensé al verla junto a la piscina pero me negué a revelarle mi miedo. El día estaba soleado, el cielo muy azul y había una brisa paseándose por ahí, sin embargo, ella y sus labios rojos como la sangre, le daban al escenario un mal presentimiento. No me sentía segura.
-Sabes, Costas estuvo muy preocupado esa noche, en la que saliste corriendo. No entendí por qué de pronto estaba tan determinado a encontrarte- bebió un sorbo de agua. No podía creerlo. - Es por eso que quiero que te mantengas alejada de él. No les des motivos p