Darina caminaba de un lado a otro, presa de la ansiedad.
No podía estarse quieta, sus manos temblaban ligeramente y el pecho le dolía de tanto contener la respiración.
Hermes, que hasta entonces había guardado silencio respetuoso, se acercó y tomó su mano entre las suyas.
—Estoy aquí —le susurró con voz grave y cálida—. Todo va a salir bien, Darina.
Ella asintió, pero sus ojos, llenos de angustia, decían otra cosa.
En su mente se repetían las palabras de su pequeño Hernán, su deseo más profundo: solo quería verlo sano y salvo. Solo quería que su niño siguiera sonriendo.
***
En el hotel, a kilómetros de distancia, Rossyn despertó entre sollozos.
Su cuerpecito temblaba, y sus lágrimas caían silenciosas sobre la almohada.
Fue Alfonso quien corrió a su lado, tomándola en brazos con una ternura que parecía imposible en un hombre como él.
—Shhh... Mami y papi pronto vendrán, mi amor —le murmuró mientras la arrullaba—. Todo va a estar bien.
Después de un rato, Rossyn se calmó, sobre todo cu