En el hospital.
Hernán se enfrentaba al abismo más aterrador que había conocido: el miedo real a morir.
Sentado en el consultorio, con las manos temblorosas sobre su regazo, escuchaba con atención cada palabra del médico. Azul estaba a su lado, su rostro tenso, pero sus ojos mantenían esa fuerza que tanto lo sostenía.
—Tienes suerte de que el tumor esté encapsulado —dijo finalmente el doctor, observando los estudios con atención—. Sin embargo, la operación es muy delicada. De ser exitosa, tendrás que recibir al menos cuatro sesiones de quimioterapia. Luego podremos evaluar si estarás libre de cáncer.
El corazón de Hernán pareció detenerse un instante. Sintió que el aire se volvía más denso, como si le costara respirar en esa sala blanca y silenciosa. ¿Y si no lo lograba? ¿Y si todo terminaba allí, en esa etapa de su vida donde apenas comenzaba a construir algo hermoso?
Pero en medio del torbellino de emociones, sintió una caricia cálida sobre su mano. Azul. Ella entrelazó sus dedos con