Roy Phillips
—¡Mariam! No seas tan berrinchuda y por una vez en la vida deja de meterte en mis asuntos— regaño a mi hermana con una sonrisa en los labios, mas ella me conoce lo suficiente para saber que no bromeo.
—Pero es que...
— Pero es que nada. Ya te expliqué que no tengo nada con mi patrona. Atenea y yo solo somos buenos amigos.
—¿Ah si? ¿Y porque demonios te trata como si fueras suyo «de su propiedad»? — interroga exasperada.
—¡Mariam!— grita mamá desde la cocina— No menciones al maligno, y mucho menos maldigas en esta casa— la reprende y Mariam hace la señal de la Cruz rodando los ojos.
— Me habías prometido que irías— musitó en tono más calmado pero continuando con sus reclamos.
—Mariam entiende que Atenea no sale los sábados de noche habitualmente. Este sábado lo hará... y me informó a última hora para que estuviera disponible. Lo siento Mariam pero tengo que trabajar.
—¿Trabajar en una fiesta? Si claro, ¿Cómo no?— se burla de lo que acabo de decirle y niego con la cabez