19. Proposición indecente

Heleanor le hizo espacio y le cedió el puesto del piloto.

Hedrick entró y cerró la puerta del carro. Giró su vista hacia ella y vio que los ojos los tenía pequeños y un poco mojados. Había estado llorando, se percató solo con una rápida observación. ¿Por qué le dolía el corazón solo con saber que Heleanor sufría? Ella todavía no confiaba en él, por eso se lo había querido ocultar. O, quizás, era que en algunas ocasiones las personas querían estar solas y sin compañía de nadie. Pero él quería convertirse en su apoyo y brindarle el consuelo que necesitara.

—Estás todo sudado —dijo Heleanor, colocándole su mano izquierda en la mejilla.

Heleanor sintió la piel caliente y el cabello mojado por el sudor de él. Además, que, ese olor le entraba por sus fosas nasales y ya lo tenía grabado en su cerebro. ¿Era una fetichista del sudor y tenía una parafilia sexual? No, de ninguna manera, es más; ver la transpiración en la ropa de otros hombres no le parecía atractivo y le resultaba incómodo. Pero
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