Mason ha mejorado mucho con los dos niños. Ha estado activo con ellos en casi todo. Yo los arropo por la noche, pero Mason juega al fútbol u otra cosa con ellos afuera cuando puede, o sale con nosotros cuando no está ocupado. Él les prepara el almuerzo y yo se los sirvo. Prácticamente inhalan cada plato que se les da.
Ahora mismo son las nueve y media de la noche y Mason y yo aún no hemos dormido. No puedo dejar de besarlo y a él no parece importarle en lo absoluto. Enrosco mi pierna alrededor de él y puedo intuir a dónde nos está llevando esto.
—¿Deberíamos…? O sea, ¿quieres…? Algo así como… —me interrumpió poniendo un dedo sobre mis labios.
Asintió y levantó más mi pierna, colocándose encima de mí. Sonreí con intensidad, lista para esto. Sus ojos cambiaban del negro a su color normal. Le ofrecí mi cuello y él aspiró una bocanada de aire. Sonreí con picardía, mirándolo con los ojos entrecerrados. Quería que nuestros lobos se conectaran también en esta primera vez que tuviéramos sexo.