—Disculpa —dije.
—Lo siento, es solo que… ¿eres la Luna del Alfa Mason? —preguntó el hombre.
—Pronto lo seré —respondí.
Vi a otros hombres observando nuestra interacción, y se me erizaron los vellos de la nuca. Este estacionamiento estaba detrás de un restaurante tipo diner, pensado para desayunos, y nosotros estábamos allí a la hora del almuerzo. No había nadie más cerca y el aparcamiento quedaba oculto detrás del edificio, fuera del pueblo. El hombre frente a mí sonrió de forma torcida, haciendo que se me revolviera el estómago.
—Me temo que vamos a tener que llevarte con nosotros entonces —se burló, y trató de agarrarme del brazo.
Le tomé el brazo y lo giré hasta que escuché un chasquido, e intenté entrar en el coche. Otro me agarró por la cintura justo cuando estaba a punto de saltar dentro.
—¡Mami! —gritó Aaron.
Apreté los dientes y golpeé al hombre calvo varias veces antes de que me tumbara al suelo, y entonces le di una patada en el estómago. Salió volando de encima de mí. Otro