Leonardo se mostró indiferente, dijo con voz ronca: —¡Vigila a Tadeo por si hace algo más, que los abogados le den seguimiento a la demanda, no lo alargue!
—Sí, entendido.
—Por cierto, ¿has recibido el anillo que te pedí que recogieras antes?
—He pedido a alguien que me entregue el anillo en avión desde Monteflor, llegará esta tarde.
Leonardo sonrió, y las duras líneas de su rostro se suavizaron mucho.
—Vale, ya veo, tú vete a trabajar.
Cuando Carlos se marchó, Leonardo cogió el documento y se disponía a trabajar, pero de repente sonó el móvil.
Al ver el nombre en la pantalla, frunció el ceño y contestó al cabo de un rato.
—¿Qué quieres?
—¿Has olvidado que cuando te di la clave secreta me prometiste que volverías a la familia Santos?
Leonardo frunció el ceño, su voz se tornó fría, —No te preocupes, desde que acepté, no faltaré a mi palabra.
—Bien, para celebrar tu regreso, cenemos juntos esta noche.
—No estoy disponible.
—He reservado el restaurante, te enviaré el cuarto privado más ta