Una anciana estaba presentando a Natalie a un joven y les pidió intercambiar información de contacto. Natalia no podía rechazar la apasionada intención de la señora, por lo que sacó su teléfono y se disponía a hacer el intercambio, mientras planeaba explicarle al joven su situación después de agregarlo.
De repente, una mano delgada se acercó desde arriba y le arrebató el móvil.
Natalie se sorprendió un poco. Se volteó y se dio cuenta de que era Leonardo, no pudo evitar fruncir el ceño.
—Devuélveme el teléfono —dijo Natalie.
Leonardo la miró con indiferencia y guardó el teléfono en su bolsillo, mientras decía:
—No es "seguro" que lo tengas en tu mano, lo guardaré por ti.
Las ancianas, que no sabían sobre su matrimonio, se miraron desconcertadas y dirigieron sus miradas de duda a Josefina, preguntando: —Josefina, ¿por qué?
Antes de que Josefina pudiera explicar, Leonardo intervino fríamente: —Señoras, lamento mucho informarles que Natalie ya está casada y yo soy precisamente su esposo. M