Natalie hizo una pausa en sus movimientos y dijo, —Sí, voy a recogerte.
Ángela sonrió, —No hay prisa, aún no he comido. ¿Comemos juntas?
—M eparece bien.
Natalie colgó y puso rápidamente la sopa en la nevera, lavó la olla y se dirigió directamente al hotel.
Cuando llegó, Ángela ya la esperaba sentada en el vestíbulo del hotel.
Cuando vio a Natalie, se acercó con el libro de medicina hacia ella.
Un hombre fue a pedirle su WhatsApp, pero ella se negó.
Después de sentarse en el coche, Ángela se rozó los labios y dijo: —Los hombres de hoy en día piden WhatsApp por la cara hermosa de la mujer.
Natalie levantó las cejas: —No sólo la cara bonita, sino también los pechos.
Ángela: —... Llevo unos años sin verte, estás más abierta.
—¿Qué quieres comer?
Ángela se apoyó en la ventanilla del coche y sonrió: —Me da igual, pero picante.
A Ángela le encantaba el picante, cuando estudiaban medicina juntas, cada vez que le tocaba cocinar, ponía mucho picante, les daba miedo verlo.
—He probado una buena