— No lo sé
Natalie tenía la cara roja, empezó a sudar en la frente y estaba ardiendo.
Leonardo le cogió la barbilla y le dijo: —¡Mira bien quién soy!
El dolor en la mandíbula hizo que Natalie se despertara por un momento, y se esforzó por abrir los ojos.
— Le...Leo...
Leonardo bajó la cabeza para basar sus labios rojos, sus grandes manos le agarraron la cintura, saboreando su belleza.
Natalie sintió por un momento como si la asaran al fuego, y luego como si cayera en un lago helado.
La noche era larga.
Al despertarse de nuevo, los dolores y molestias de su cuerpo hicieron que Natalie gritara inconscientemente.
Los ojos de Natalie se abrieron bruscamente y cuando vio el rostro hermoso de Leonardo a su lado, se dio cuenta de que lo que había pasado anoche no había sido un sueño.
Se frotó las sienes y al instante sintió un dolor de cabeza más intenso.
Despertó a Leonardo.
Cuando las miradas se cruzaron, nadie habló primero.
Natalie frunció los labios y, cuando quiso hablar, se dio cuenta