—Leonardo, ¡suéltame!
Su voz estaba un poco exasperada y alargó la mano para empujarle, sin esperar apartarle al instante.
Y vio a Leonardo caer directamente hacia el suelo, y ella inconscientemente estiró la mano para retenerlo.
¡Qué calor!
Natalie se quedó helada un instante al ver que Leonardo tenía los ojos cerrados con fuerza y la cara enrojecida de una forma inusual... ¿tenía fiebre?
—Leonardo, despierta. ¡No creas que voy a compadecerme de ti porque te finjes así!
Sin embargo, aunque lo despertó, Leonardo seguía inconsciente.
Frunció el ceño y pensó un momento antes de arrastrar a Leonardo al sofá y buscar un termómetro para tomarle la temperatura.
Treinta y nueve grados tres.
Natalie tomó una pastilla para la fiebre y se la dio, luego llamó a Carlos para que viniera a recoger a Leonardo.
—Señorita López, ahora mismo estoy fuera por un viaje de negocios, lleva al señor Ramos al hospital y luego informa a su familia, ¿te parece bien?
Natalie guardó silencio unos segundos y dijo: