Él aceptó las comisiones ilegales, y Natalie le haría devolverlas con intereses.
—¡No voy a firmar esto!
—Entonces será suspendido por un tiempo. Volverá cuando esté dispuesto a pagar las pérdidas de la empresa.
Enrique tenía los ojos llenos de ira, apretó los dientes y dijo: —Natalie, no seas tan brusca, ¿de verdad crees que tengo miedo?
Natalie sonrió: —Claro que sé que el señor Rojas no tiene miedo. Si el señor Rojas no está contento con esta solución, podemos ir a los tribunales.
Justo después de decir eso, Enrique se quedó callado.
Después de un largo rato, apretó los dientes y dijo: —¡Natalie, espérame!
Tras decir eso, se dio la vuelta y salió dando un portazo.
Natalie siguió leyendo tranquilamente los documentos.
Casi a la hora de la salida del trabajo, Leonardo hizo una llamada telefónica.
—Volvemos juntos a la Mansión de Armonía por la tarde. Mi abuela sabe lo de nuestro divorcio.
Natalie apretó el móvil inconscientemente, bajó los ojos y dijo: —De acuerdo.
Cuando volvieron a