Damián se apresuró a alumbrar con su linterna hacia el lugar de donde había procedido el grito, y no vio a nadie, solo una linterna aún iluminada que rodaba por la nieve.
A él cambió la cara, dijo con voz fría: —¡Cuidado! ¡Es mejor buscarla por parejas!
Parecía que había menospreciado a Natalie.
En este momento, otro grito vino del otro lado.
Tampoco vio a nadie, solo a una linterna.
En menos de un minuto, habían perdido a dos hombres.
El rostro de Damián se tornó frío, alzó la voz y dijo: —¡Vuelvan todos conmigo!
Al instante, sintió que alguien los observaba por detrás y que el viento se acercaba.
Se echó hacia un lado y vio que el puñal cruzaba el lugar donde acababa de estar, y se le heló el corazón.
Si no se hubiera apartado a tiempo, ahora sería un cadáver.
—¡Está aquí! ¡Vengan todos!
Sus compañeros ya se dirigían hacia él, al oírlo, y su paso se aceleró bastante.
Al instante, más de diez personas rodearon a Natalie.
Sus ojos se entrecerraron ligeramente y su mirada hacia Damián e