— Ya veo.
Al colgar, Bryan guardó silencio y no dijo nada.
El secretario dudó un momento y dijo con cautela: —Señor Guzmán... ¿Qué hacemos?
—Esperamos en el aeropuerto.
A las seis de la mañana, Natalie y Matilda bajaron del avión.
Cuando ellas salieron del aeropuerto, vieron que Bryan estaba parado no muy lejos y se fijaba en ella.
Matilda vio a Bryan y, parpadeó con pánico y miedo, se escondió detrás de Natalie.
—Has vuelto.
El tono de Bryan era suave y tranquilo, como si no hubiera pasado nada y sólo hubiera venido a recoger a Natalie.
Natalie le miraba con frialdad, —¿Dónde has encerrado a Silvia?
Bryan sonrió, —Debes tener muchas dudas, volvamos a casa y hablemos.
—Bryan, no tengo tiempo para hablar contigo. Si no liberas a Silvia, voy a llamar a la policía.
—¿Llamar a la policía?
Por fin la máscara de amabilidad de Bryan se rasgó y fue sustituida por frialdad y burla.
—Natalie, si llamas a la policía, tienes que tener pruebas, ¿no? ¿Y qué tiene que ver conmigo la desaparición de S