Ángel se sorprendió al ver que era Leonardo.
—Señor Ramos, me llamas a estas horas. ¿Quieres algo?
—Señor Silva, ¿necesitas que ayude al Grupo Silva? —La voz grave y fría de Leonardo era tranquilizadora.
Ángel sonrió, —No hace falta. Señor Ramos, has ayudado mucho a la familia Silva, no quiero deberte más, y seguro que el Grupo Silva podrá superar esta crisis.
Tras unos segundos de silencio, Leonardo dijo en voz baja: —Ella y el Grupo Silva son dos cosas, señor Silva, no tienes por qué confundirlos. Si necesitas mi ayuda, siempre puedes contactar conmigo.
Luego Leonardo llamó a Carlos que viniera a su despacho.
—¿Cuánta liquidez tiene ahora mismo el Grupo Ramos?
—Unos 300 millones.
Los ojos de Leonardo se enfriaron, —Saca todo ese dinero y vende el 10% de mis acciones.
Al oírlo, la cara de Carlos cambió y rápidamente dijo: —¡Señor Ramos, no puedes vender tus acciones!
Si vendía las acciones, a lo mejor Leonardo perdería su puesto como presidente del Grupo Ramos.
—No quiero repetir.
Al