Beata se despertó a las siete de la tarde, se movió un poco y sintió un dolor agudo que le venía del abdomen.
Una voz burlona sonó a su lado: —Mamá, te aconsejo que no te muevas. El médico ha dicho que ahora tienes que descansar.
Giró la cabeza y vio a Matilda sentada a su lado pelando una manzana, Beata dijo con indiferencia.
—¿Qué haces aquí? ¡No quiero verte!
Matilda se rio y enarcó una ceja: —Si no fuera por mí, probablemente ya estarías muerta. Cuando necesitaban que un familiar firmara la operación después de que tuviste el accidente, llamaron a Natalie para que viniera a firmar por ti y, ¿adivina qué dijo? Dijo que no tenías nada que ver con ella y colgó el teléfono.
—¿Aún crees que Natalie es buena? Al menos no te dejo sola cuando necesitas operarte.
Beata dijo con voz fría: —Yo la traté mal en el pasado, es normal que haga eso, no la culpo. Si vuelven a llamarte del hospital, no les hagas caso, no quiero verte.
Ya lo había dicho, pero Beata seguía defendiendo a Natalie, los de