Marcus era capaz de apagar y encender todas sus ansias, y a veces quería escapar por temor, temer volver a ser engañada era su nuevo miedo oculto.
Cuando él por fin detuvo el beso, pudo reflejarse en sus ojos.
Él sonrió, no de una forma alegre, si no como él solía sonreír, un tanto frío.
—Volvamos a casa, no queremos armar espectáculo.
Ella asintió.
En la mansión Ford.
Era más tarde, cuando Marcus y Evana llegaron a la mansión, entraron por la puerta principal, vieron a la familia reunida en el salón, y de inmediato notaron a todos serios.
Nicol sollozaba al fondo, y Sabrina los miraba asustados.
—¡Maldita perra! —gritó Nicol, e intentó atacar a Evana, pero fue detenida por Álvaro.
—No vale la pena, tú eres mi esposa, ella sola una mujerzuela.
Marcus lo miró con ojos severos.
—¿Así que quieres otra golpiza? —exclamó acercándose, peligroso.
Él retrocedió, pero Andrés se interpuso entre ellos.
—¡Basta, Marcus!
—No permitiré que ofenda a Evana —dijo Marcus.
Fátima se acercó