Al día siguiente.
Evana salió de casa, estaba por comprar algunos regalos para el pequeño Andrés, hijo de Sabrina, estaba tan feliz, el chofer la esperaba afuera del centro comercial.
Ella no se dio cuenta de que era seguida.
Salió y subió al auto con el chofer, pero el hombre se detuvo en pleno carretera, notando que dos llantas estaban pinchadas.
—Señora, tengo dos llantas pinchadas, debo ir a cambiarlas, creo que hay una gasolinera cerca, ¿Podría esperar aquí? —exclamó
Evana asintió con lentitud.
Le envió mensaje a su esposo de que estaba ahí, esperando, pronto Evana notó que el tiempo transcurría, el chofer no volvía.
Lo intentó llamar, pero el teléfono se iba a buzón de voz.
Ella bajó del auto, notó que ese camino estaba poco concurrido, se sintió preocupada, quería ir a casa, miró las llantas, cuando de pronto, sintió una presencia, al intentar mirar atrás, fue sorprendida, alguien cubrió su boca con un pañuelo, impidiendo que gritara. Luchó, hasta que sintió que inyectar