Mientras ella recogía su bolso, vio su gorra sobre la mesita de la cama. Lo tomó y lo miró, se había olvidado de su existencia.
—Ricitos—se sobresaltó al escuchar la voz del hombre que acababa de robarle el beso detrás de la puerta—Voy a entrar.
Ella no le contestó. Depositó de nuevo la gorra sobre la mesita, se recogió el pelo que tenía desordenado y como no tenía con qué amararlo, se hizo una trenza rápida.
Caminó hacia la puerta, la abrió y allí estaba él pegado a la pared de lado.
—Puedo llevarte si quieres —se ofreció.
—Conozco el camino, puedo ir sola— contestó y él la siguió por detrás.
La tomó del brazo y la obligó a mirarlo.
—Dime que no te ha gustado el beso.
Ella lo miró furiosa y decidió enfrentarlo.
—Eres un maldito ladrón, me robaste un beso ¿en qué estabas pensando? —dijo apuntándolo con el dedo en el pecho. —Al final va a ser que tu ex prometida tiene razón, intentas utilizarme para olvidarte de ella, pero olvídalo, eso nunca pasará.
Intentó alejarse para dirigirse a l