Una jugada oculta (3era. Parte)
El mismo día
New York
Alexander
Me rehusaba a creer en la traición de Elizabeth, pero cada maldita pieza comenzaba a encajar. Desde la presencia de Gabriel en la sucursal de Washington, su distancia con su esposo y las… medias en el chalet. Esa era la prueba irrefutable de que se revolcaba con ese gusano. No era una simple coincidencia que tuvieran el mismo perfume. No… ella era la mujer misteriosa que lo visitaba.
Y cómo dolía su engaño. Dolía de una manera inexplicable, como si me estuvieran arrancando algo del pecho. Ni siquiera entendía cómo carajos se había dejado envolver por ese hombre, cómo nos apuñaló.
¿Dónde estaba mi hermana? Esa niña que una vez me cuidaba y que yo había visto como una heroína. ¿Dónde se había esfumado?
Quise gritar, destrozar la oficina, arrancarle de encima esa máscara de inocencia. Apreté los puños con tanta fuerza que sentí crujir mis dedos, solo para no escupirle los insultos que se merecía… al menos por un segundo.
Un segundo en el que ella me observa