Entre el amor y el odio (3era. Parte)
El mismo día
New York
Victoria
Traición. Esa era la única palabra que resumía el golpe tan bajo que había recibido de Alexander. Aun así, no pensaba aceptar su relación con Claire por más amenazas que lanzara ni por el simple hecho de creer que tenía poder sobre mí por conocer el pasado. Al contrario: debía mantener mi posición, proteger ese secreto que me condenaba… y, sobre todo, evitar ese matrimonio. Esa maldita unión con los Beaumont.
Pero Alexander no había escuchado razones; estaba empeñado en continuar al lado de esa mujer. Incluso me había desafiado. Había sido su sentencia, dicha con la mandíbula tensa antes de tomar a Claire de la mano y marcharse.
Y yo me había quedado atrapada en el escenario junto a esos buitres de los Beaumont, mientras ellos seguían despotricando contra mi hijo. Lo peor era el cinismo: celebraban la situación, alentaban esa relación. La primera en atacarme fue Irene.
—Arpía, ya debes estar contenta —escupió, con ese tono chillón que siempre me irritó—.