Cambiando el juego (1era. Parte)
El mismo día
New York
Gabriel
Fue horrible estar a nada de conseguir la clave de los archivos financieros cuando todo se desmoronó en un maldito segundo con la interrupción de Victoria. Y si eso no fuera suficiente para alimentar mi frustración, lo peor era desconocer qué carajos pudo escuchar de mi charla con Elizabeth.
Aun así, debía mantener las apariencias. Frialdad absoluta, ni un gesto fuera de lugar. No podía permitirme que sospechara de mi relación con Elizabeth: bastaba una palabra mal dicha para que todo se derrumbará como un castillo de naipes.
Y a una víbora como Victoria no era fácil engañarla. Encima tenía clarísimo que yo buscaba más que dinero. Igual jugué mis fichas, intentando desvanecer cualquier sospecha, pero obtuve algo diferente: una amenaza disfrazada de sinceridad. Y entonces surgió esa frase que no me pude sacar de la cabeza:
“No confunda cordialidad con aceptación, mucho menos con cariño en mi familia.”
¿Qué clase de comentario había sido ese? ¿Uno de doble