Cambiando el juego (2da. Parte)
El mismo día
New York
Gabriel
En mala hora apareció Nicholas en la oficina de Victoria. El imbécil es como un perro rabioso oliendo rastro de sangre, listo para destrozar a su presa. Sin embargo, eso no va a pasar. Mantengo la mirada clavada en él como si no me afectara haber sido sorprendido.
Por dentro, mi cabeza trabaja a mil buscando una puta excusa creíble. Solo necesito segundos. Los suficientes para que el pendrive termine de copiar los archivos.
Dejo que mi voz rasgue el silencio, fría, firme.
—Nicholas, no tolero que me grites. No hay motivos.
—¡Púdrete! —escupe, acercándose—. Claro que los tengo. No estás autorizado para estar en la oficina de mi madre.
Suelto una carcajada en su cara, deliberada, insolente.
—¿Desde cuándo la oficina de Victoria es zona restringida? ¿Ahora creen que esto es el Pentágono?
—Es más que el Pentágono —gruñe, dando otro paso—. En esta oficina se cierran acuerdos con gobiernos extranjeros, se manejan millones, se decide el futuro del país… suficien