24. Rompecabezas

Encontraron a un hombre frente al mostrador, firmando un recibo. Era un par de años mayor que Silvia, que intentó en vano hallar algún parecido físico entre él y Jay.

Sus ojos eran negros como el carbón bajo sus peculiares cejas rectas. Descendían hacia el nacimiento de la nariz prominente, que proyectaba su sombra hacia la barbilla puntiaguda. Se lo veía serio y distante. Su forma de hablar al agradecerle al viejo de la posada era fría.

Sin embargo, su expresión endurecida se iluminó con una sonrisa al escuchar sus pasos y girar hacia la escalera. Saludó a Silvia con un cabeceo y una rápida mirada de arriba abajo que la hizo sentir desnuda, y se olvidó de ella para enfrentar a Jay.

—Listo, bastardo. Vámonos a la mierda.

Al parecer aquella forma de hablar era tradición familiar.

Jay descansó una mano en la espalda de Silvia y

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