Jim regresó a su hotel más temprano que los días anteriores porque Silvia tenía algo que hacer antes de ir a trabajar. Intentaba decidir si se echaría una siesta antes del almuerzo en su habitación o junto a la piscina, cuando se encontró con Sean y Jo que salían del ascensor. Su cansancio no le impidió notar el pésimo humor de su hermano y la sonrisa radiante de la chica.
—¡Ya llegaste! ¡Excelente! —exclamó Jo al verlo—. ¡Podrás acompañar a Sean!
—¿Acompañar adónde? —preguntó Jim sorprendido.
—A pescar —gruñó Sean, triturando las palabras entre sus dientes apretados.
—Ve a cambiarte, que pasarán a recogerlos en quince minutos.
Jim no apartó la vista de su hermano, interrogante. La expresión de Sean al menear levemente la cabeza le