Primera impresión

Franco

Su primera impresión sobre ella ahora no importaba, que diera muestras de un poco de sensibilidad tampoco, había llegado a él era todo en lo que debía concentrarse. 

—No te preocupes. Fue hace mucho —mintió, agitando su mano para restarle importancia—. Livia, quiero que trabajes para nosotros.

—Sí, leí tu propuesta, pero no estoy del todo segura.

—¿La oferta no es tentadora para ti? —provocó él alzando una ceja—. Estoy seguro que te propusimos una suma considerable. Un poco más alta que el promedio si me permites decirlo.

—Como habrás visto en mi portafolio, soy una fotógrafa documentalista, no una de… 

—Publicidad —completó él, con una sonrisa desdeñosa que hizo que Livia juntara sus cejas. Se dio cuenta que ella no había aceptado lo del sueldo. Eso significaba que quería lo que a él le sobraba; dinero y eso lo hizo sonreír antes de añadir—: Pero nos gusta tu estilo y creemos que va con la siguiente campaña en la que ya estamos trabajando. Además, no debe ser tan complicado tomarles fotos a mujeres hermosas.

—Si no es nada complicado, puedes hacerlo tú —dijo apretando los dientes con una fuerza que él estaba disfrutando. Tenía carácter y eso lo volvía un juego interesante—. Esta profesión es arte. No es la cámara, es el fotógrafo el que es capaz de captar la luz adecuada para controlar cada imagen. Debes saber con exactitud qué es lo que quieres y cómo lograrlo. Se trata de contar una historia a través del lente.

—Pareces muy apasionada. 

Franco no se sorprendió por su efusividad, pero sí lo impresionó que lo hiciera aun sabiendo la precariedad con la que vivía en esos momentos. 

—Me gusta lo que hago. —Alzó el mentón desafiándolo—. ¿De quién depende el departamento creativo? Leí que Elías Kramer se acaba de unir al equipo, ¿lo liderará?

—Lo lidero yo. —Saboreó el momento en que su sonrisa se desvaneció en sus labios—. Trabajarías a su lado, pero las decisiones son mías.

—Supongo que cubren el equipo.

A Franco le llamó la atención que destacara ese punto. Después del discurso ególatra por su profesión, le daba la razón. Ella no tenía dinero, así que fingió meditarlo hasta que ella se removió en su asiento.

—Por supuesto. Sabemos consentir a nuestro talento con lo mejor. —Extrajo su chequera y firmó sobre el talonario fingiendo poco interés en lo que hacía. Lo arrancó y se lo entregó con una sonrisa—. Dos meses de adelanto —explicó ante su gesto de sorpresa que duró solo un segundo—. Claro…, si aceptas.

—¿No me harás una prueba?

—Sé lo que quiero cuando lo veo —dijo con toda la intención de ponerla nerviosa. 

Le dio esa mirada que lo había hecho famoso entre las mujeres de la ciudad, pero ella ni siquiera lo miró. Estaba enfocada en el trozo de papel y eso le magulló el orgullo. Otra vez.

—Entonces, acepto —respondió elevando el rostro y mirándolo como si él no la hubiese intentado seducir con su famosa sonrisa rompe bragas—. ¿Cuándo empiezo?

—Mañana mismo. A las…

—Franco, estas son las que quiero. Tienen las medidas perfectas y se ven… deliciosas —dijo un hombre que llevaba sobre sus brazos tantas carpetas que casi lo cubrían por completo.

—Elías…

—No, es que tienes que verlas, hombre. Hay una yugoslava que me llama con la mirada. Esa me la quedo, tú elige entre las otras…

—Elías... —dijo en un tono severo para que se callara de una vez.

—Sabes que eres un tramposo y soy un amigo compasivo, pero esta vez esa mujer me va a lamer las…

—¡Elías! —gritó con firmeza. Se sentía avergonzado de haber llevado a su amigo a trabajar con él, era un gran profesional, pero su falta de filtro les había generado muchos dolores de cabeza. Sin embargo, era el único que podía ayudarlo a mantener vigilada a Livia sin que sospechara.

—¡Oh, vaya! Mil disculpas —dijo el castaño antes de dejar las carpetas sobre su escritorio. Se inclinó en una reverencia que lo hizo reír, pero Livia no parecía halagada—. Un placer. Elías Kramer y ¿tú eres?

—Livia Ávalos. La de la Canon 60D. 

Elías cambió de actitud en un segundo. Aquella diversión se apagó y Franco vio con horror el fuego que despertó en sus ojos verdes. No, eso no podía estar pasando.

—Nunca aceptaste mi invitación a cenar —dijo Elías en un tono que él conocía demasiado bien—. Mi 5D y yo nos sentimos tan, pero tan desairados. 

Él negó, sintiendo las manos sudadas. Cuando Elías nombraba a su cámara y a él en una misma oración era porque iba en serio. No importaba lo estúpido que a él le siguiera pareciendo eso.

—Podría considerarlo, ahora que trabajaremos juntos no me parece imposible. —Livia elevó una ceja a la perfección y sonrió con tal coquetería que él tuvo que apretar los puños para reprimir el impacto que causó en su entrepierna.

—¿Me perdí de algo? —interrumpió después de aclararse la garganta un par de veces y llamar la atención de ambos. 

—Yo… yo… —balbuceó su amigo con un leve sonrojo en sus mejillas. 

—Es una historia divertida. Dejaré que él te la cuente. —Livia se puso de pie y le extendió la mano a él para despedirse y luego a Elías, quien dudó por un segundo, pero al final le besó el dorso con galantería. Franco quería golpearlo—. Deberías chequearte la presión —dijo ella mirándolo directamente y señalándose el corazón antes de atravesar la puerta de la oficina.

Ambos la vieron salir y guardaron silencio sin saber qué decir. 

Franco seguía incrédulo ante la actitud nerviosa de su amigo, algo tan pocas visto en su vida que decidió callar antes de saltarle encima, porque era justo lo que deseaba hacer en ese momento.

—¿Cómo te fue con tu plan? —Elías revisaba el contenido de las carpetas, pero Franco sabía que no estaba viendo nada en realidad.

—Todo se fue al infierno —contestó sin esperar que Elías sonriera por sus palabras y le dedicara una mirada de disculpas que no aceptaría tan fácilmente—. ¿Me vas a decir qué fue todo eso? —señaló el lugar donde minutos antes estuvo Livia.

—No.

Franco vio salir a su amigo apresurado de su oficina y perderse por el pasillo que le mostraba la pared acristalada. Al tercer paso no caminaba, el maldito corrió tras Livia, estaba seguro.

Sintió unas ganas irrefrenables de ir por él y obligarlo a responder, pero la seguridad que le brindaba la entrega del cheque lo hizo desechar la idea. Ya tendría tiempo de averiguarlo. Además, Elías jamás intervendría en sus planes, era su amigo. 

El siguiente ataque estaba preparado para esa misma noche. La vería de nuevo, pero ella no lo sabía. Pudo habérselo dicho para no sorprenderla, pero todos los planes de esa mañana habían sido desintegrados bajo la sonrisa de sus labios rojo escarlata.

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