Lo que quiero es...

Tal y como Franco dijo, estaba cansado, después de estar juntos una vez más se quedó dormido de inmediato y ella lo siguió poco después. Pero a primera hora tuvo que correr al baño, como cada mañana y vomitar hasta lo que no había ingerido.

Se cepilló los dientes, se dio un baño rápido y se fue a la cocina a buscar una manzana. Era lo único que podía comer a esa hora sin sufrir más espasmos, eso y galletas o té de jengibre, una receta que la madre de Elías le había enviado y que había funcionado de maravilla.

Leía las noticias en la tableta cuando Franco apareció junto a ella y le dio un beso en la cabeza. Lucía hermoso somnoliento, pero se entristeció al descubrir que ya se había cubierto con un bóxer de Batman del que se burló, pero él se movió de manera sugerente haciéndola reír más.

—Marco me lo obsequió —explicó como si eso no le diera más motivos a ella para que burlara—. Debes estar igual que yo —dijo él sacando de la refrigeradora el bote con jugo de tomate y un limón. Tomó
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