—No quiero que te vayas. ¿De verdad no puedes quedarte, princesita?
Su voz es un suave ronroneo contra la piel de mi abdomen que me tiene al borde del abismo; a estas alturas ya he perdido la cuenta de cuantas veces hemos hecho el amor.
—Puedo, pero no debo hacerlo —respondo a regañadientes mientras hundo mis dedos en las hebras suaves de su cabello negro—. No quiero más problemas con Úrsula. Además, quiero ir a ver a mi abuelo mañana. Ha estado deprimido y necesita compañía.
La mención de mi abuelo llama la atención de Kenneth, levanta su cara y me mira con una pequeña sonrisa cargada de energía.
—Me gustaría acompañarte a verlo —dice entusiasmado, acercándose a mi rostro; enarco una ceja—. ¿Podría conocerlo?
Toco su rostro, delineando cada facción en él; es tan apuesto y encantador que no veo forma de decirle que no.
—Déjame pensarlo esta noche y te aviso —murmuro a medias, no estoy segura de querer compartir con él a una de las personas más importantes de mi vida.
Forma un puchero