— ¿Qué pasa? —Inquiere Kenneth, soltándome y parándose a mi lado; su mirada gris alterna entre Nina y yo—. ¿Piensan quedarse congeladas como estatuas todo el rato?
Parpadeo y reacciono recordando donde estamos; Nina está en las mismas que yo, recuperándose de la primera impresión de haber conocido a mi ángel de ojos grises.
Creo que es el efecto Lawler.
—Lo siento, nos tomaste desprevenidas —comienzo a decir con torpeza y le tomo la mano apretándola, luego me acerco mucho más y dejo un corto beso en su mejilla—. Hola, ángel.
Mi rostro está a centímetros del suyo; me mira con algo de reproche y enarca de forma muy pronunciada una de sus cejas, apuntándose los labios.
— ¿Pensé que querías besarme, princesita? —cuestiona algo decepcionado, hace un puchero; lejos de verse tierno, luce sexy y provocativo.
Me rio de él y niego con la cabeza.
—Ven, deja presentarte —lo tomo del brazo y mis dedos cosquillean ante el contacto de nuestras pieles; como si electricidad fluyeran entre nosotros—. E